Yo no quito el crucifijo

jueves, 3 de diciembre de 2009

El grito silencioso

Yo imagino que el grito de esos pobrecitos que son asesinados antes de nacer,
debe llegar hasta Dios.
Madre Teresa de Calcuta


El doctor Gerome Lejeune, uno de los mayores genetistas de la historia, fue invitado por el Senado de Francia hace unos veinte años, para que ofreciese su documentada opinión sobre el tema del aborto. Una de las opiniones fuertemente arraigada en dicha cámara, era la que sostenía que hay embarazos que deben ser interrumpidos, cuando los antecedentes o el pronóstico parecen ser irreversiblemente malos. Cuando se le otorgó la palabra al Dr. Lejeune, planteó un caso: "Tenemos —dijo— un matrimonio en el que el marido es sifilítico terciario incurable, y además decididamente alcohólico. La mujer está desnutrida y sufre tuberculosis avanzada. El primer hijo de esa pareja muere al nacer; el segundo sobrevive, pero con serios defectos congénitos. Al tercer hijo le ocurre lo mismo y se le suma el hecho de ser infradotado mentalmente. La mujer queda embarazada por cuarta vez. ¿Qué aconsejan ustedes hacer en un caso así?". Un senador del bloque socialista manifestó categóricamente que la única solución para evitar males mayores, era practicar un "aborto terapéutico" inmediato. Lejeune hizo un largo y notorio silencio; bajó la cabeza por unos segundos en medio de su expectante mutismo; volvió a alzarla y dijo: "Señores Senadores, pónganse de pie, porque este caballero acaba de matar a Ludwig van Beethoven".

El hecho real al que acabo de referirme, podría aplicarse a otros muchos de similares circunstancias, que tuvieron después por protagonistas a personajes muy célebres en la historia de la humanidad, lo que desmonta de forma irrefutable la justificación de un asesinato bajo el mal llamado “aborto terapéutico”.

Y es que, como decía en el primer artículo que dediqué a este tema, “Cuando nace un niño, nace un mundo nuevo”, y su aniquilación, constituye la destrucción irreparable de parte del futuro del universo. Es igual que llegue a ser un genio o no. Lo verdaderamente importante, es que es un ser humano único e irrepetible, que vivirá si le dejamos, en un mundo que puede o no ser exactamente igual al nuestro, pero que siente y que padece, que tiene sus ilusiones y sentimientos, que ama y le gusta sentirse amado y que en el fondo, desea ser aceptado y hará todo lo posible por integrarse en nuestra sociedad.

Demagógicamente se suele argumentar por aquellos que fomentan la cultura de la muerte —aborto y eutanasia— que es inhumano no legalizar el "aborto terapéutico"; que este debería realizarse cuando el embarazo pone a la mujer en peligro de muerte o de un mal grave y permanente

Terapéutico procede de "terapia", que significa curar y el aborto, no solamente no cura nada, sino que mata directamente a un ser humano inocente e indefenso y produce unas secuelas sicológicas en la madre, que perdurarán durante toda su vida. Por otro lado, el código de ética médica, señala que en el caso de complicaciones en el embarazo, deben hacerse los esfuerzos proporcionados para salvar a madre e hijo y nunca tener como salida la muerte premeditada de uno de ellos, porque eso convertiría a los médicos —cuya misión es preservar la vida curando las enfermedades— en sicarios a sueldo.

Pero, de momento, no es mi intención demostrar las falacias del incongruente y ¿mal informado?, “progresismo”. Porque el asesinato, jamás puede constituir ninguna forma de progreso.

El objetivo de mis últimos artículos, es concienciar a quien tenga la oportunidad de leerme, del valor que tiene toda vida humana; del decisivo y noble papel que desempeña la mujer en la transmisión de la existencia; concienciarla de que, a quien lleva —no lo que lleva— dentro de su vientre, no es su propio cuerpo —simplemente está alojado en él— y por tanto, no tiene el menor derecho a decidir sobre una vida que no es la propia; del irremediable daño que de por vida se haría así misma, de atentar contra la inocente criatura que ella misma ha creado; de que alumbrando a ese nuevo ser, justifica su propia razón de ser como mujer, que es la más noble misión y la culminación del privilegio de que la dotó la naturaleza. En definitiva, porque la muerte solo significa destrucción, una vez más, quiero transmitir un mensaje positivo de amor, fe, fortaleza y esperanza.

Sin embargo, no podemos ignorar la existencia de un opresivo y arbitrario “progresismo” que persigue el logro de una sociedad amorfa, mediante la despersonalización del individuo, la eliminación del “tú” y el “yo”, con todo lo que de excepcional conllevan estos conceptos; la supresión de “marido” y “mujer”, sustituyéndolo por cónyuge A y B. Partiendo de este principio, en el trascendente acto de la procreación, ya no seremos “padre” y “madre”, sino progenitor “A” y “B”. Realmente ¿nos estamos dando cuenta de la profunda gravedad que constituye esta perversión del lenguaje y a donde nos puede conducir esta deshumanización en el futuro, si llegamos a aceptarlo como algo normal y cotidiano? Entre otras muchas consecuencias, si con el paso del tiempo, esta forma de pensar prende en la sociedad, se producirá un vacío insensibilizador que nos conducirá a la nada, con capacidad de contagiarlo todo, lo que permitirá al Estado, el adueñamiento de los derechos fundamentales del ser humano, convirtiéndose en señor absoluto y manipulador de cuerpos y conciencias, último fin del totalitarismo laicista.

Quienes patrocinan, fomentan y legislan basándose en estos bastardos e insolidarios intereses ideológicos y económicos, están colocando a España en la primera línea del sacrificio infantil, presentando el aborto como un derecho y liberación de la mujer. Una liberación que, al marginar a los padres, deja sola a una niña de dieciséis, diecisiete años —al fin y al cabo una adolescente que necesita la protección de quienes verdaderamente la aman y deben velar por protección y por su bien— aterrada por las consecuencias de una relación sexual inmadura, para que elija sola un futuro en el que solo estará acompañada de por vida, por la angustia, el sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de su vida sexual futura, secuelas que habitualmente aparecen y permanecen, incluso años después de haber abortado.

La ministra de ¿Igualdad?, Bibiana Aído, dijo el 18 del pasado mes de mayo: "Un feto es un ser vivo, pero no podemos hablar de ser humano". [1]

Lo que una mujer lleva en su seno materno desde el mismo instante de la concepción, es un nuevo ser humano en desarrollo y no solamente un ser vivo. Como si de un embrión o un feto humano, pudiese surgir una salamanquesa.

El Dr. Bernard Nathanson, ginecólogo norteamericano, cuenta en su autobiografía haber realizado más de 60,000 abortos. En su libro confiesa que era un paria en la profesión médica. “Se me conocía como el rey del aborto… Llegué incluso a abortar a mi propio hijo", declaró el médico en una conferencia llorando amargamente. Ese suceso cambió su vida. Dejó la clínica abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St. Luke´s. La nueva tecnología del ultrasonido hacía su aparición en el ámbito médico. El día en que Nathanson escuchó el corazón del feto en los monitores electrónicos, comenzó a plantearse por vez primera "qué era lo que estábamos haciendo verdaderamente en la clínica". Decidió reconocer su error y en la revista médica The New England Journal of Medicine, escribió un artículo sobre su experiencia con los ultrasonidos, reconociendo que en el feto existía vida humana desde el mismo momento de la concepción. Incluía declaraciones como la siguiente: "el aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad, es el más craso tipo de evasión moral". Había llegado a la conclusión de que no había nunca razón alguna para abortar: “…el aborto es un crimen”. Con los ultrasonidos hizo un documental que llenó de admiración y horror al mundo. Se titulaba "El grito silencioso". Nathanson había abandonado su antigua profesión de "carnicero humano". Hoy, Bernard Nathanson, es un judío convertido al catolicismo.

Por activa y por pasiva, Bibiana Aído, la ministra que ha promovido el nuevo proyecto de Ley del aborto, ha tratado de justificar el mismo, argumentando que es para evitar que vaya a la cárcel aquella mujer que aborte. Ciertamente no se conoce un solo caso en que por este hecho se haya aplicado tal condena, pero sí es cierto que la mujer que aborta, queda para siempre aprisionada entre rejas; las rejas morales de su propia culpabilidad, que en algún recoveco de su alma, le aprisiona y no le deja dormir.

En cualquier tipo de circunstancias en las que se produzca un embarazo, la respuesta no está en el raciocinio, si no en las indescriptibles sensaciones de amor y de ternura que ese nuevo ser que la madre alberga dentro de sí misma, le hace sentir.

Cuando una mujer se encuentra ante un embarazo en circunstancias adversas, hemos de tener en cuenta que es un ser humano, que tiene que enfrentarse, en medio de su íntima soledad, al dilema de escoger entre la Vida o la muerte; ahora le llaman “Derecho Reproductivo”. Este dilema no lo comparte, lo decide en medio de la desesperación, la angustia y el miedo, y cuando finalmente decide por la muerte del hijo, lo hace en medio de un dolor indescriptible, sin que nadie le informe adecuadamente de que la vida le ofrece otras salidas y de que en ese momento se está embarcando en la nave de un drama, en la que se verá prisionera y navegará durante el resto de sus días.

Hundir en ese abismo a una criatura que se enfrenta a una incertidumbre tan trágica, no es otorgarle un “derecho”, ni abrirle las puertas de una embaucadora “liberación”: es una auténtica villanía, tras la que se esconden infames intereses.

Todos los científicos y clase médica, coinciden en el hecho incuestionable en que, ante el atroz ataque que un bebé sufre el transcurso de un aborto provocado, el niño reacciona ante el dolor e incluso emite lo que muchos han llamado, el “grito silencioso”. Silencioso porque no se escucha fuera de su hábitat natural, pero que su infinito dolor ante la salvajada que con él se está cometiendo, nunca dejará de escuchar el corazón de su madre.

La Divina Naturaleza, hizo del vientre de la mujer, el más fértil campo destinado a dar el más maravilloso y sobrenatural fruto de la creación. No permitamos que tan prodigioso origen de la vida, el aborto lo convierta en un lóbrego ataúd, reino eterno del dolor y del silencio.

César Valdeolmillos Alonso
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[1] PÚBLICO.ES - Madrid - 19/05/2009 09:13

lunes, 2 de noviembre de 2009

El privilegio de ser Madre




Dios no podía estar en todas partes a la vez, y por eso creó a las madres
Anónimo.

En homenaje a mi Madre
y a todas las Madres del mundo.



Cuenta una antigua leyenda que un niño estaba por nacer y le dijo un día a Dios:

"Me dicen que me vas a enviar mañana a la Tierra, pero ¿cómo viviré allí tan pequeño e indefenso como soy yo?"

Dios le dijo: "Entre muchos ángeles escogí uno para ti que te está esperando, El te cuidará".

El niño le pregunta: "Pero dime, aquí en el cielo no hago mas que cantar y sonreír y eso me basta para ser feliz, pero allí...

Dios le responde: Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tu sentirás su amor y serás feliz".

El niño le dice: "Y ¿cómo entenderé cuando la gente me hable? Si yo no conozco el idioma que hablan los hombres de la Tierra...."

Dios le contesta:" Tu ángel te dirá las palabras más dulces y tiernas que puedas escuchar y con mucho cariño y paciencia te enseñará a hablar".

El niño, muy preocupado: Y... ¿qué haré cuando quiera hablar contigo?

Dios le dice:"Tu ángel te juntará las manitas y te enseñará a hablar.

El niño le pregunta: También me han dicho que en la Tierra hay hombres malos, ¿quién me defenderá?

Dios le tranquiliza: "tu ángel te defenderá a costa de su propia vida".

El niño insiste: "Pero estaré muy triste..., porque ya no te veré más".

Dios le contesta: "Tu ángel te hablará de mi y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque Yo estaré siempre a tu lado".

En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se oían voces de la Tierra....

El niño, entre sollozos, repetía suavemente: "Dios mío, ya me voy, dime su nombre, ¿cómo se llama mi ángel?

Dios sonriendo, le contesta susurrando: "Su nombre no importa, tú sólo le dirás MAMÁ"

No he encontrado explicación más hermosa que esta leyenda, para ilustrar la cita que precede a las reflexiones que me dispongo a exponer sobre el privilegio que supone el milagro de ser Madre. Sí, porque el hecho de concebir una nueva vida, es un generoso prodigio que excede de la voluntad del ser humano. Es un don reservado a la mujer, que no siempre le es concedido; que trasciende de nosotros mismos; que nos ennoblece y quizá el único por el que se justifica nuestra propia existencia.

Por una y simple básica razón —incluso si queremos egoísta— no puedo entender de forma racional, por muchas explicaciones y argumentos progresistas que me expongan, que haya personas que puedan defender el aborto voluntario, porque si en el momento de su concepción, su Madre hubiese decidido interrumpir su embarazo —como eufemísticamente denominan las izquierdas el asesinato premeditado de criaturas inocentes e indefensas— esas personas no existirían, ni tampoco su obra. Y aún lo entiendo menos, cuando quien defiende esa execrable acción, es una mujer.

¿En qué oscuro e ignorado lugar han quedado los valores humanos? ¿En qué profundo y oscuro lugar de su corazón ha escondido el ser humano la piedad, el amor y la misericordia? No puedo comprender como aquellos que defienden con tanto empeño y ardor al colorín bicéfalo del Orinoco, a la raposa rubia de Madagascar o la manzanilla tricolor del Everest —lo que me parece muy bien— tienen una roca por corazón, ante la sangre derramada de miles de seres inocentes e indefensos. Tantos que han colmado la copa del dolor y que si tan sensibles son ante los dones de la naturaleza, de rodillas tendrían que pedir que cese tanta masacre.

EL INSTINTO MATERNO

Es una desvergonzada e impúdica falacia decir que abortar es un derecho de la mujer. El único derecho irrenunciable que tiene una mujer como tal, es el de ser Madre, porque le permite consumar la función de su naturaleza y experimentar unas sensaciones y sentimientos sublimes, que de otro modo jamás hubiese conocido.

Morrison-Clutton, es una bibliotecaria galesa de 32 años que tras dar a luz a su hijo sufrió una infección por Escherichia Coli, tras ingerir comida en mal estado lo que le provocó caer en coma durante sesenta y siete días.

Ante esta situación, el marido, que día tras día le iba explicando los progresos del bebé, decidió probar con el llanto de su hijo. Grabó un vídeo con su bebé como protagonista y se lo puso a Karen, que comenzó a luchar por su vida desde ese momento.

Según explicó la Madre tras despertar “quería morir, pero después escuché a Ollie y me dije ‘quiero vivir”.

Se trata sin duda de una noticia asombrosa que demuestra la fuerza que puede llegar a tener el reclamo de un bebé sobre los instintos de su Madre, al despertarle la necesidad de cuidar de su hijo

Benito Pérez Galdós pone en boca de Daniel Morton, personaje principal de su novela “Gloria”, estas palabras dirigidas a su propia Madre a la que se enfrenta por razones religiosas: “No podrás, aunque lo quieras, ser dueña de tus sentimientos de Madre, y me amarás aunque sea en silencio; me consagrarás todos tus pensamientos, me tendrás siempre en la memoria, aunque sólo sea para orar por mí. Antes de que hubiera religiones, hubo Naturaleza”

EL VALOR DE SER MADRE

Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en Madre soltera. Si eres una de esas mujeres, no pienses que no vales nada porque tu pareja te haya abandonado. Al contrario; vales el doble. Vales por mamá y papá, porque tú, en vez de deshacerte de esa nueva vida que engendraste en tu seno, sí tuviste el valor suficiente para enfrentar la realidad. Atesoraste el suficiente amor para sacar adelante a tu hijo y soportaste el dolor del desengaño. Eres fuerte y valiente, con los pies en la tierra.

Dios ha dotado a la mujer del “instinto maternal” de forma tan enraizada, con la finalidad de preservar la especie.

Si no fuera por eso, lo que ella haría al ver a esa criatura minúscula, arrugada y chillona, sería arrojarla a la basura. Pero gracias a ese instinto tan asombroso que le otorgó la naturaleza, la mira embobada, la encuentra preciosa y se dispone a velar por ella durante toda su vida.

Ser Madre no es fácil y es estar siempre preguntándose si se está haciendo bien. Es dejar de sentir el propio cuerpo, cuando el fruto de sí misma está sobre su pecho buscando donde agarrarse. Es el momento en el que el tiempo se rompe y los minutos que antes parecían horas se convierten en segundos, porque antes de contemplar su rostro, todo eran miedos, inquietudes y zozobras que desaparecen al mirarle y le hacen sentir el goce de ser mujer.

Ser Madre es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse delgada. Es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantinela de que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen, tomen su vaso de leche. Es preocuparse de las vacunas, la limpieza de las orejas, los estudios, las palabrotas, los novios y las novias; sin ofenderse cuando la mandan callar o le dan con la puerta en las narices. Es quedarse desvelada esperando que vuelva la hija de la fiesta y, cuando llega hacerse la dormida para no fastidiar. Pero en la mesa está preparado el mantel y la comida aún caliente.

Ser Madre, es temblar cuando el hijo aprende a conducir, se compra una moto, se afeita, se enamora, tiene un examen o le quitan las amígdalas. Es llorar cuando ve a los niños contentos y apretar los dientes y sonreír cuando los ve sufriendo. Es servir de niñera, maestra, chofer, cocinera, lavandera, médico, policía, confesor y mecánico, sin cobrar sueldo alguno. Es entregar su amor y su tiempo sin esperar nada a cambio. Es decir que “son cosas de la edad” cuando le dicen que no entiende ya nada.

Madre es alguien que nos quiere y nos cuida todos los días de su vida y que llora de emoción porque uno se acuerda de ella una vez al año: el Día de la Madre.

Todo esto es cierto, por eso no es de extrañar que hoy en día, el 80% de las mujeres huyan de tales responsabilidades.

Sin embargo, no hay nada más bello que llegar a casa, agotada después de un duro día laboral y ser recibidas por gritos de júbilo y enormes sonrisas, porque ya vino mamá. No hay nada más reconfortante que el fuerte abrazo y beso de ese hijo, que una Madre sabe y siente, que le ama más que a nadie en el mundo y para el cual ella es la mejor y más bella de todas las personas del universo.

De niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no sufre... esa imagen que guardamos de ella con el tiempo no coincide con la que vemos cuando pasan los años. Es entonces cuando descubrimos que mamá también sufre, se cansa, esta triste, no tiene fuerza, calla ocultando el dolor. La vemos como un héroe sobrevivir a grandes tragedias, llevarnos de la mano conteniéndonos y mostrándonos la vida siempre del lado más bello. De niños no entendemos sus lágrimas, cuando sus manos, por aliviarnos de nuestras angustias y problemas, nos sacan las espinas y se las clavan en ellas. Así como nosotros necesitamos tantas veces de la protección de esos brazos fuertes, de la comprensión de nuestros gestos, de nuestros silencios o de nuestro dolor, ella también nos necesita. Por eso debemos detenernos y observarla, abrazarla y hacer que sienta que estamos allí, junto a ella, aunque sea en la distancia; que nos importa; que es valiosa para nosotros. Solo de esta forma, le devolveremos el más hermoso sentimiento de que, desde nuestra concepción nos impregnó; el sentimiento que proporciona paz y tranquilidad en los momentos difíciles de la vida; el que nos contiene; el que minimiza el dolor; el que nos hace luchar por nuestros sueños e ideales; pero sobre todo, nos enseña a dar sin pedir nada a cambio: El Amor.

SER MADRE

Madre es una mujer que entrelazó sus manos con las del hombre amado, al que se entregó en cuerpo y alma para formar entre ambos una cuna. ¿Puede haber algo más hermoso?

Una Madre, es una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. ¿Puede haber entrega más plena?

Nuestra Madre, que con una mirada sabe leer en lo más profundo de nuestra alma, es una mujer que, si es insuficiente en sus conocimientos, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y, si es instruida, se impregna como nadie del candor y la necesidad de su hijo.

Madre es una mujer que, siendo vigorosa, se estremece con el llanto del fruto de sus entrañas y siendo débil, sabe revestirse —si es preciso— con la bravura de una leona. ¿Habrá algo más admirable y digno de admiración?

Nuestra Madre es una mujer que, tal vez nos enseñe pocas cosas, pero aquellas que de ella aprendemos, son las que marcan el sentido de nuestras vidas. ¿Habrá algo más venerable?

La Madre, es una mujer, con un poder tan grande, que solo ella es capaz de borrar del espíritu de sus hijos, el triste sentimiento de la orfandad. ¿Habrá algo más noble?

Y por último, Madre es una mujer con un destino y vocación tan ineludibles, que hasta el mismo Dios quiso sentir la cálida emoción de necesitar una. ¿Podemos encontrar en este miserable mundo algo más grande y más hermoso a la vez?

De nuestra Madre, solo una cosa hay de la que a menudo nos tenemos que lamentar, y es que nos deje antes de que nos demos cuenta que hemos sido tan egoístas, que no hemos tenido tiempo de devolverle tan solo una pequeña parte de todo su sacrificio, de su permanente entrega y del infinito amor que ella nos entregó.

Solo cuando la perdemos, nos sentimos culpables, nos vemos desvalidos e irremisiblemente huérfanos.

Por suerte, el Sumo Hacedor, solo nos dio una. Nadie aguantaría el dolor de perderla dos veces.

César Valdeolmillos Alonso

viernes, 9 de octubre de 2009

Cuando nace un niño, nace un mundo nuevo



Muchos se manifiestan preocupadísimos por los niños de la India o por los de África, donde tantos mueren, sea por desnutrición, hambre o lo que fuera. Pero hay millones deliberadamente eliminados por el aborto.

Madre Teresa de Calcuta



Calificaba el gran filósofo español Julián Marías, que lo más grave que ha acontecido en el siglo XX "sin excepción", ha sido la aceptación social del aborto.

El Comité de Bioética de España, ha emitido su dictamen en el que concluye que matar a un ser humano no es ninguna imposición, pero si un derecho. Un dictamen tan escandaloso como obsceno. Ha habido un voto particular: el de César Nombela —el vocal más respaldado por las autonomías, microbiólogo y ex-presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas— que ha votado en contra semejante panfleto, sacando los colores al resto del comité al denunciar “la radical contradicción en la que incurre, al reconocer que desde la concepción, existe una vida humana nueva diferenciada de la de la madre gestante; pero al mismo tiempo admitir que se puede acabar de manera voluntaria con esta vida, durante las primeras catorce semanas de su desarrollo.”

Pero hoy no quiero remover la nauseabunda inmundicia en la que al parecer, por ignorancia, resentimiento o provecho personal, muchos se revuelcan gustosos.

Ponía de relieve en mi artículo “Que difícil es defender el honor de Dios” —el que al parecer ha provocado un interesado revuelo entre la reaccionaria y ultraconservadora progresía— el insaciable egoísmo e hipocresía de que estamos impregnados, enfermedad que nos ha llevado a sustituir los más altos valores del humanismo cristiano, en los que ahonda sus raíces la civilización occidental, por las conveniencias personales y el becerro de oro, terreno abonado para que emergiendo de la negrura de nuestro vacío inmaterial, fructifique en él, la semilla sanguinaria de nuestra propia destrucción que es el aborto, cual nuevos Chronos devorando a nuestros propios hijos.

El ser humano y como tal imperfecto, simultáneamente es capaz de llevar cabo las acciones más sublimes y las más abyectas, sin que por ello sufra desdoro o menoscabo su dignidad. Por el contrario, es precisamente en esta ambivalencia en la que radica su grandeza. Por ello hoy quiero dar un aldabonazo a la puerta de nuestra sensibilidad y que una vez abierta, penetre a través de ella el germen vivificador del amor que siembre de esperanza nuestras vidas. Quizá para que el estiércol se convierta en esplendoroso fruto, podría ser oportuno conocer un hecho que alguien —con infinita sensibilidad y amor— me envió.

“Hace algunos años, en las olimpiadas de Seattle, para personas con discapacidad, también llamadas "Olimpiadas especiales", nueve participantes, todos con deficiencia mental, se alinearon para la salida de la carrera de los cien metros lisos.


A la señal, todos partieron, no exactamente disparados, pero con deseos de dar lo mejor de si, terminar la carrera y ganar el premio.


Todos, excepto un muchacho, que tropezó en el piso, cayo rodando y comenzó a llorar.


Los otros ocho escucharon el llanto, disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Vieron al muchacho en el suelo, se detuvieron y regresaron. ¡Todos!


Una de las muchachas, con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un beso y le dijo: "Listo, ahora vas a ganar". Y todos; los nueve competidores entrelazaron los brazos y caminaron juntos la prueba hasta la línea de llegada.


El estadio entero se puso de pie y en ese momento no había un solo par de ojos secos. Los aplausos duraron largos minutos. Las personas que estaban allí aquél día, repiten y repiten esa historia hasta hoy. ¿Por qué? Porque en el fondo, todos sabemos que lo que importa en esta vida, más que ganar, es ayudar a los demás para vencer, aunque ello signifique disminuir el paso y cambiar el rumbo. Porque el verdadero sentido de esta vida es que TODOS JUNTOS GANEMOS, no cada uno de nosotros en forma individual.


Ojalá que también seamos capaces de disminuir el paso y cambiar el rumbo, para ayudar a alguien que en cierto momento de su vida tropezó y que necesita de ayuda para continuar TODOS formando parte de un proyecto colectivo, porque entre todos seguro que podemos. Guarda este propósito en tu corazón y asegúrate de encontrarlo en el momento oportuno, cuando debas ayudar a quien te necesite”.

Cuando una adolescente o una mujer tenga la desgracia de caer o encontrarse en las circunstancias de ser diferente del hijo que ha engendrado, no la hundamos más en la sima de su infortunio, abriéndole las puertas para que cometa algo execrable, cuya acción le producirá un derrumbamiento moral y psicológico del que no podrá recuperarse mientras viva. Parémonos. Tendámosle nuestra mano para que pueda levantarse y seguir adelante, no por compasión ni caridad, sino rodeada de una infinita comprensión y amor. ¡Pero todos!

En el caso de las criaturas que describe el hecho que acabo de reflejar, pensemos que tienen los mismos sentimientos e ilusiones que nosotros. Están llenas de ternura y amor y esperan y necesitan recibir lo mismo de sus semejantes. Pero les damos la espalda en muchos casos, porque hundidos en nuestro ciego egocentrismo, los juzgamos y sentenciamos diferentes a nosotros. Y ¿en que nos basamos para dictar esta sentencia? ¿En que somos más numerosos que ellos? Lo que diga una mayoría ¿es razón suficiente y absoluta? ¿Sería realmente de noche a las doce del día porque lo dijésemos una mayoría? ¿Porqué no pensar que no son ellos diferentes de nosotros, sino nosotros diferentes de ellos?

Precisamente porque nosotros somos diferentes de ellos, son seres que necesitan nuestra ayuda para desarrollarse en nuestro mundo, pero que justamente por su indefensión, su sencilla y espontánea pureza, serán los causantes de que gocemos del privilegio de experimentar unas emociones y sentimientos que jamás llegarán a conocer aquellos que no les quieren conocer; que no quieren tenerlos junto a ellos porque temen que pueda destrozar su vida; que les dan la espalda y deciden prescindir del inigualable tesoro que albergan en su interior, descuartizándolos en las ocultas profundidades de su propio seno. En ese momento, del libro de la creación, estamos arrancando una página en blanco en la que nunca sabremos los prodigios que en la misma se podrían haber escrito.

En el claustro materno, el niño se siente seguro en medio de su propia indefensión natural. Pero cuando irremisiblemente se siente atacado desde el exterior, ¿Sabe la madre que lo alberga, de la soledad, infinita tristeza y desesperado desamparo que el fruto de su propio ser siente en su corazón? Aún no puede comunicarse con el mundo exterior, no puede pedir auxilio ni amparo. En la infinita soledad del claustro materno, solo espera quieto. Es el momento en el que Antonio Gala dice: “Si la soledad manchara, no habría suficiente agua en el mundo para lavar a un niño”.

La mujer que así actúe, ignora que ser madre, no es tener un hijo, ni alimentarle, ni educarle, ni hacerle regalos. Ser madre es olvidarse de sí misma y de lo que era antes. Ser madre es vivir para siempre en el fruto de sus entrañas, porque el amor de madre, ni la nieve le hace enfriarse.

Por mucha dedicación y entrega que requiera un hijo en circunstancias consideradas por nosotros “especiales”, se verán generosamente compensadas por el inmenso caudal de las hermosas e inigualables emociones que les habrán de brindar, convirtiéndose con ellas en mujeres verdaderamente privilegiadas.

El aborto jamás podrá ser un derecho, porque excede de la propia madre, que por egoísmo, temor, ignorancia o inducción, destruye una vida independiente apenas comenzada, que si bien es verdad que alberga, en ningún caso le pertenece, porque en cada ser humano, se encierra todo el universo.

Cínica e hipócritamente, se nos llena la boca hablando de paz, mientras simultáneamente impulsamos la muerte, olvidando que si la paz existe, es la imagen de un niño durmiendo.

César Valdeolmillos Alonso

miércoles, 19 de agosto de 2009

La máscara de la temeridad


La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de los que nos merecemos.

George Bernard Shaw

Preguntado por la opinión que le merecía la afirmación de la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, de que un embrión no es un ser humano, el vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Madrid dijo textualmente: “…allá la ministra con sus deficiencias intelectuales”.

Cuando esta misma ministra utilizó los conceptos de miembros y miembras en el Congreso de los Diputados y en vez reconocer el barbarismo lingüístico cometido, tuvo la temeridad de plantear su inclusión en el diccionario, el reputado dialectólogo y lexicógrafo, Gregorio Salvador, miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE), aconsejó a la ministra que se dejara de "bromas de mal gusto", añadiendo que tal inclusión era imposible. Y agregó: "Eso solo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo”.

Nos estamos acostumbrando a considerar salidas de este corte, como bufonadas caricaturescas propias de personas incultas, ignorantes y desde luego en absoluto preparadas para el cargo. Y a lo peor, hasta es posible que tan renombradas eminencias, sean elegidas expresamente para representarse así mismas, precisamente porque responden a ese perfil de temerario desconocimiento, y asentados en su propio analfabetismo, cumplirán fielmente, repitiendo como papagayos las consignas que en cada momento dicta la jerarquía.

En realidad no es asunto que me preocupe si es así o si por el contrario están simplemente representando un papel que forma parte de la ingeniería política —por cierto muy efectista— diseñada por los ideólogos de la izquierda.

Lo que sí resulta verdaderamente preocupante, es que políticos, profesionales y analistas de reconocida solvencia y preparación, dediquen gran parte del tiempo de sus respectivas reflexiones a comentar el color de la eventual fachada del edificio —color que con frecuencia cambia de la noche a la mañana— sin analizar en profundidad el proyecto al que responde la obra, que es lo verdaderamente trascendente.

En mi artículo “La oculta filosofía de la laicidad”, en el que tomaba como punto de referencia el mal llamado bautizo laico que Zerolo, representante socialista en el Ayuntamiento de Madrid, protagonizó con el hijo de Cayetana Guillén Cuervo, escribía: “No nos tomemos este episodio como una mera extravagancia más de un personaje pintoresco, porque, en lo que simplemente pudiera parecer una mera peripecia grotesca y esperpéntica, según las propias palabras del actuante, subyace la filosofía de una izquierda española que ha demostrado sobradamente, que en vez de fijar sus objetivos en un futuro en el que reine la armonía, la paz, la prosperidad y la colaboración entre todos los españoles, nostálgicamente sigue anclada en la noche oscura del pasado y sus prejuicios”.

Cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982, el entonces todopoderoso Alfonso Guerra pronunció muchas frases, de entre las cuales aún resuenan especialmente dos en los oídos de todos los españoles. La primera de ellas: “vamos a dejar a España que no la va a conocer ni la madre que la parió”. Aquella ni era una sentencia premonitoria, ni una sórdida provocación hecha de cara a su electorado. La misma revelaba la existencia de un complejo y minucioso diseño, cuyo último objetivo no era el, "Tó p´al pueblo" que pronunciara cuando se expropió Rumasa, sino la ocupación permanente del poder —a semejanza del PRI (Partido Revolucionario Institucional)— que gobernó Méjico durante setenta años consecutivos y cuyas similares consecuencias en el país hermanos, bien podrían ser equivalentes a los resultados del análisis del enmarañado y corrupto entramado político, económico y social de Andalucía, que siendo una de las autonomías con mayor potencial de riqueza, después de treinta años ininterrumpidos gobernada por el PSOE, se encuentra en el furgón de cola de todas las instituciones europeas.

Pero ese propósito era imposible de lograr, sin antes “matar” a Montesquieu y así poder someter al poder político, a los órganos e instituciones encargados de administrar la legalidad, lo que se logró con la aprobación de la Ley Orgánica del Poder Judicial en 1985, a decir verdad, casi por unanimidad de la Cámara, por lo que, de la situación actual de la Administración de Justicia, es responsable prácticamente la totalidad de la clase política española. Fue entonces cuando Alfonso Guerra pronunció su lapidaria frase: “Montesquieu ha muerto”.

Este fue el paso fundamental que permitiría poner en marcha un proceso de la envergadura y calado del que para nuestro país ha tenido siempre la izquierda, cuyo ultimo fin es perpetuarse en el poder a través del intervencionismo absoluto de la sociedad civil; del control y fiscalización de los medios de comunicación; eliminación de cualquier tipo valores que representen al humanismo cristiano; confrontación y amordazamiento de la Iglesia; debilitación nuestros ejércitos hasta convertirlos en una ONG; entrega a los nacionalismos con el consecuente desmembramiento del Estado, que de facto, se encuentra ya inmerso en el federalismo asimétrico que impulsara Pascual Maragall; eliminación progresiva de los símbolos de nuestra identidad nacional —recordemos las frases del Sr. Rodríguez: "Mi patria no es España, sino la libertad" o la que dijo en el Senado: “Nación es un concepto discutido y discutible”— el empobrecimiento cultural de las nuevas generaciones, para así presentarles sin que se produzca objeción alguna, el falseamiento descarado de la realidad histórica y la creación a medida de un maquiavélico espejismo virtual, en el que la imagen reflejada será un hedonismo sin rumbo, la ausencia de cualquier tipo de estímulo y esfuerzo, bajo el envenenado envoltorio de unos presuntos derechos, que a la larga les harán esclavos permanentes del Estado.

Cuando un proyecto de esta naturaleza toma cuerpo y adquiere vida propia como es el caso del que estamos soportando, es difícil controlarlo en todas sus vertientes y hasta se le puede escapar de las manos a quien lo puso en marcha. No son pocos los históricos del PSOE que contemplan con preocupación el rumbo que ha tomado la nave capitaneada por el actual presidente del ejecutivo. Alfonso Guerra —el paladín de los descamisados que fletó un avión oficial, concretamente un Mystère, para ir a Sevilla a los toros— que se caracterizó siempre por su sarcástica locuacidad contra todo aquello y aquellos que no se identificasen con los tópicos demagógicos de la izquierda —“No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas", dicho en un mitin en 1982 en Jerez de la Frontera— me temo que ya empezaba a albergar dudas sobre del rumbo que estaban tomando las cosas, cuando el 12 de junio del pasado año declaraba en Tele Madrid: "Una mujer que es maltratada por el marido es un drama terrible, y al marido hay que condenarlo con todas las de la ley, pero pasar de ahí a que una mujer que diga "yo soy maltratada", y ya todo el mundo de rodillas, oiga, pues no" —prefiero no imaginar las exquisitas ingeniosidades que debieron dedicarle privadamente las feministas— o la muy sensata advertencia que el ocho de septiembre del mismo año hizo a raíz de las tensiones que se produjeron con el Presidente de la Generalidad Catalana, como consecuencia de la insaciable voracidad presupuestaria de esta comunidad autónoma. Guerra advirtió de las consecuencias de que en alguna comunidad autónoma, en clara alusión a Cataluña, se unieran todos los partidos contra el Gobierno, ya que se podría derribar al Ejecutivo nacional, a lo que José Montilla se apresuró a responder, que el diputado del PSOE Alfonso Guerra "no es una voz representativa del socialismo".

Estos breves apuntes demuestran claramente que estamos inmersos en un proceso de maquiavélica ingeniería política, que solo responde al oportunismo electoral del voto para mantenerse en el poder, pero que mucho nos tememos que desemboque en procelosos mares en los que la nave termine a la deriva en mitad de la galerna.

Por eso me asombra y me preocupa extraordinariamente que con tanta frecuencia, dejemos distraer nuestra atención con lo puramente anecdótico, porque dándole la vuelta a una frase del historiador, político y teórico italiano Nicolás Maquiavelo, “Todos ven lo que aparentamos, pero pocos ven lo que somos”.

César Valdeolmillos Alonso.

La máscara de la temeridad

La democracia es el proceso que garantiza
que no seamos gobernados mejor de los que nos merecemos
George Bernard Shaw
Preguntado por la opinión que le merecía la afirmación de la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, de que un embrión no es un ser humano, el vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Madrid dijo textualmente: “…allá la ministra con sus deficiencias intelectuales”.
Cuando esta misma ministra utilizó los conceptos de miembros y miembras en el Congreso de los Diputados y en vez reconocer el barbarismo lingüístico cometido, tuvo la temeridad de plantear su inclusión en el diccionario, el reputado dialectólogo y lexicógrafo, Gregorio Salvador, miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE), aconsejó a la ministra que se dejara de "bromas de mal gusto", añadiendo que tal inclusión era imposible. Y agregó: "Eso solo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo”.
Nos estamos acostumbrando a considerar salidas de este corte, como bufonadas caricaturescas propias de personas incultas, ignorantes y desde luego en absoluto preparadas para el cargo. Y a lo peor, hasta es posible que tan renombradas eminencias, sean elegidas expresamente para representarse así mismas, precisamente porque responden a ese perfil de temerario desconocimiento, y asentados en su propio analfabetismo, cumplirán fielmente, repitiendo como papagayos las consignas que en cada momento dicta la jerarquía.
En realidad no es asunto que me preocupe si es así o si por el contrario están simplemente representando un papel que forma parte de la ingeniería política —por cierto muy efectista— diseñada por los ideólogos de la izquierda.
Lo que sí resulta verdaderamente preocupante, es que políticos, profesionales y analistas de reconocida solvencia y preparación, dediquen gran parte del tiempo de sus respectivas reflexiones a comentar el color de la eventual fachada del edificio —color que con frecuencia cambia de la noche a la mañana— sin analizar en profundidad el proyecto al que responde la obra, que es lo verdaderamente trascendente.
En mi artículo “La oculta filosofía de la laicidad”, en el que tomaba como punto de referencia el mal llamado bautizo laico que Zerolo, representante socialista en el Ayuntamiento de Madrid, protagonizó con el hijo de Cayetana Guillén Cuervo, escribía: “No nos tomemos este episodio como una mera extravagancia más de un personaje pintoresco, porque, en lo que simplemente pudiera parecer una mera peripecia grotesca y esperpéntica, según las propias palabras del actuante, subyace la filosofía de una izquierda española que ha demostrado sobradamente, que en vez de fijar sus objetivos en un futuro en el que reine la armonía, la paz, la prosperidad y la colaboración entre todos los españoles, nostálgicamente sigue anclada en la noche oscura del pasado y sus prejuicios”.
Cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982, el entonces todopoderoso Alfonso Guerra pronunció muchas frases, de entre las cuales aún resuenan especialmente dos en los oídos de todos los españoles. La primera de ellas: “vamos a dejar a España que no la va a conocer ni la madre que la parió”. Aquella ni era una sentencia premonitoria, ni una sórdida provocación hecha de cara a su electorado. La misma revelaba la existencia de un complejo y minucioso diseño, cuyo último objetivo no era el, "Tó p´al pueblo" que pronunciara cuando se expropió Rumasa, sino la ocupación permanente del poder —a semejanza del PRI (Partido Revolucionario Institucional)— que gobernó Méjico durante setenta años consecutivos y cuyas similares consecuencias en el país hermanos, bien podrían ser equivalentes a los resultados del análisis del enmarañado y corrupto entramado político, económico y social de Andalucía, que siendo una de las autonomías con mayor potencial de riqueza, después de treinta años ininterrumpidos gobernada por el PSOE, se encuentra en el furgón de cola de todas las instituciones europeas.
Pero ese propósito era imposible de lograr, sin antes “matar” a Montesquieu y así poder someter al poder político, a los órganos e instituciones encargados de administrar la legalidad, lo que se logró con la aprobación de la Ley Orgánica del Poder Judicial en 1985, a decir verdad, casi por unanimidad de la Cámara, por lo que, de la situación actual de la Administración de Justicia, es responsable prácticamente la totalidad de la clase política española. Fue entonces cuando Alfonso Guerra pronunció su lapidaria frase: “Montesquieu ha muerto”.
Este fue el paso fundamental que permitiría poner en marcha un proceso de la envergadura y calado del que para nuestro país ha tenido siempre la izquierda, cuyo ultimo fin es perpetuarse en el poder a través del intervencionismo absoluto de la sociedad civil; del control y fiscalización de los medios de comunicación; eliminación de cualquier tipo valores que representen al humanismo cristiano; confrontación y amordazamiento de la Iglesia; debilitación nuestros ejércitos hasta convertirlos en una ONG; entrega a los nacionalismos con el consecuente desmembramiento del Estado, que de facto, se encuentra ya inmerso en el federalismo asimétrico que impulsara Pascual Maragall; eliminación progresiva de los símbolos de nuestra identidad nacional —recordemos las frases del Sr. Rodríguez: "Mi patria no es España, sino la libertad" o la que dijo en el Senado: “Nación es un concepto discutido y discutible”— el empobrecimiento cultural de las nuevas generaciones, para así presentarles sin que se produzca objeción alguna, el falseamiento descarado de la realidad histórica y la creación a medida de un maquiavélico espejismo virtual, en el que la imagen reflejada será un hedonismo sin rumbo, la ausencia de cualquier tipo de estímulo y esfuerzo, bajo el envenenado envoltorio de unos presuntos derechos, que a la larga les harán esclavos permanentes del Estado.
Cuando un proyecto de esta naturaleza toma cuerpo y adquiere vida propia como es el caso del que estamos soportando, es difícil controlarlo en todas sus vertientes y hasta se le puede escapar de las manos a quien lo puso en marcha. No son pocos los históricos del PSOE que contemplan con preocupación el rumbo que ha tomado la nave capitaneada por el actual presidente del ejecutivo. Alfonso Guerra —el paladín de los descamisados que fletó un avión oficial, concretamente un Mystère, para ir a Sevilla a los toros— que se caracterizó siempre por su sarcástica locuacidad contra todo aquello y aquellos que no se identificasen con los tópicos demagógicos de la izquierda —“No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas", dicho en un mitin en 1982 en Jerez de la Frontera— me temo que ya empezaba a albergar dudas sobre del rumbo que estaban tomando las cosas, cuando el 12 de junio del pasado año declaraba en Tele Madrid: "Una mujer que es maltratada por el marido es un drama terrible, y al marido hay que condenarlo con todas las de la ley, pero pasar de ahí a que una mujer que diga "yo soy maltratada", y ya todo el mundo de rodillas, oiga, pues no" —prefiero no imaginar las exquisitas ingeniosidades que debieron dedicarle privadamente las feministas— o la muy sensata advertencia que el ocho de septiembre del mismo año hizo a raíz de las tensiones que se produjeron con el Presidente de la Generalidad Catalana, como consecuencia de la insaciable voracidad presupuestaria de esta comunidad autónoma. Guerra advirtió de las consecuencias de que en alguna comunidad autónoma, en clara alusión a Cataluña, se unieran todos los partidos contra el Gobierno, ya que se podría derribar al Ejecutivo nacional, a lo que José Montilla se apresuró a responder, que el diputado del PSOE Alfonso Guerra "no es una voz representativa del socialismo".
Estos breves apuntes demuestran claramente que estamos inmersos en un proceso de maquiavélica ingeniería política, que solo responde al oportunismo electoral del voto para mantenerse en el poder, pero que mucho nos tememos que desemboque en procelosos mares en los que la nave termine a la deriva en mitad de la galerna.
Por eso me asombra y me preocupa extraordinariamente que con tanta frecuencia, dejemos distraer nuestra atención con lo puramente anecdótico, porque dándole la vuelta a una frase del historiador, político y teórico italiano Nicolás Maquiavelo, “Todos ven lo que aparentamos, pero pocos ven lo que somos”.

César Valdeolmillos Alonso.

jueves, 30 de julio de 2009

La razón de la sinrazón


"En tiempos de injusticia, es peligroso tener razón"
Anónimo

Mi artículo “La oculta filosofía de la laicidad”, ha suscitado una airada reacción por parte de algunos lectores a los que de antemano agradezco muy sinceramente el tiempo y atención que han dedicado a mis modestas ideas.

Cuando escribo, solo pretendo expresar lo que pienso sobre un tema determinado, sin pretender en ningún momento estar en posesión de la verdad. Posiblemente, como humano y consciente de lo muchísimo que aún me queda por aprender, mis pensamientos estarán llenos de imperfecciones y carencias, de ahí que con frecuencia trate de apoyarme en la rigurosidad textual de las afirmaciones de aquellas personas a quienes pueda referirme y en los siempre inapelables, perseverantes e intransigentes datos de la historia.

Por cuanto es necesaria y beneficiosa para quien la reciba, bienvenida sea por tanto la crítica, siempre y cuando esté sustentada en el rigor intelectual, en el conocimiento, en el ejercicio de la razón y no en la afirmación y descalificación gratuita, porque estas son la razón de la sinrazón.

Pero antes de entrar en las discrepancias puntuales que mi artículo haya podido producir, dejemos constancia de una realidad jurídica insoslayable, porque es a partir de esa realidad —nos guste o no— de donde tenemos que partir para analizar primero y poder enjuiciar después, las acciones de los políticos que dicen representarnos.

EL artículo 16,3 de la Constitución Española, establece el principio de la aconfesionalidad del Estado al declarar que:

«Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones».

Así de claro, la Carta Magna española, excluye la posibilidad de un estado laico o independiente de cualquier organización o confesión religiosa.

Según nuestra Ley de leyes, el Estado español, no puede ser indiferente ante el hecho religioso y está obligado a cooperar con las distintas confesiones y muy en particular con la Iglesia católica. Por el contrario; en este aspecto, demanda imperativamente de los poderes públicos no hacer caso omiso —“tendrán en cuenta” y “mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación”— de las creencias religiosas de los ciudadanos. Nos guste o no, la Constitución no dice que España sea un Estado laico, sino todo lo contrario.

Lo que la Constitución dice es que: “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, frase a la que la izquierda española se acoge hoy y con la que intenta confundir a la opinión pública española haciéndola creer que la misma puede asimilarse a una interpretación laicista, para así, a su amparo, imponer sus tesis ideológicas, cuyos lamentables resultados prácticos, bien se pudieron comprobar con la aprobación de la Constitución de 1931, que de facto, impuso un Estado laico, en función de lo dispuesto fundamentalmente, en sus artículos 25, 26 y 27 y en su artículo 48, en el que se decía: “La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.”.

Corriendo el riesgo de ser reiterativo y para aquellos que aún no tuvieren suficientemente clara la diferencia existente entre la aconfesionalidad y laicismo, conviene aclarar que el Estado aconfesional es el que sin declararse oficialmente seguidor de ningún credo religioso, sí los respeta a todos y, por supuesto, garantiza la libertad religiosa y de culto de los ciudadanos, con todas las consecuencias, en contraposición con el estado laicista , que ignora deliberadamente las creencias religiosas de sus ciudadanos, y cuyo único mandato a sus gobernantes respecto de la religión, es precisamente no tener en cuenta las creencias religiosas de nadie y actuar independientemente de ellas, imponiendo por tanto su propia ideología.

Habiendo por tanto, dejado bien claro que España no es un Estado laico sino aconfesional y siendo la Constitución la Ley Española de mayor rango, a la que han de adecuarse todas las demás leyes y la actuación de los poderes públicos, parece que una consecuencia justa es que las leyes y la actuación del Gobierno deben, no como quien hace un favor sino como quien cumple un mandato del pueblo, tener en cuenta y respetar las creencias religiosas de la gente y mantener relaciones de cooperación con las confesiones religiosas. Les copio lo que dice el diccionario de la Real Academia Española que es cooperar: “Obrar, colaborar con otro u otros para un mismo fin”.

A tenor de la lógica aplicación de la Ley, tanto Zerolo —perdón pero sigo sin poder despejar la ecuación del artículo gramatical que debo anteponerle— como munícipes de otros ayuntamientos de izquierdas, hace tiempo que vienen haciendo mofa de este mandato constitucional, efectuando ceremonias no previstas en ningún tipo de legislación vigente, porque no tienen ningún tipo de trascendencia en las leyes civiles, pero equiparándolas al bautizo religioso, lo que no puede dejar de considerarse por los católicos como una auténtica provocación, ya que la frivolización de estos actos, solo pretende sembrar en la opinión pública una intencionada tergiversación, a través de la cual, llegar a sustituir el sagrado ritual de un sacramento, por una pretenciosa y politizada ceremonia. Y todo ello con el silencio cómplice y complaciente de las instancias superiores del Estado, porque al ignorar este mandato constitucional con un hecho aparentemente banal, se abre la puerta a un acto de muchísimo mayor calado en la configuración del pensamiento de las futuras generaciones, como es la vulneración de la libertad de enseñanza, en su aspecto de garantía del derecho de los padres a elegir la formación religiosa para sus hijos, prevista en el artículo 27 de la misma Constitución. Especialmente importante en este momento es recordar que la Constitución atribuye a los padres, y no al Estado, la elección de la orientación religiosa de la educación de sus hijos.

Las palabras son bastante claras. Y el Gobierno lo sabe. Y el Partido Socialista también. No obstante, ambos han dado a entender y claras muestras están dando, de que la situación no es de su agrado y buscan redirigirlo mediante la reforma de distintas leyes —les da igual que sean constitucionales o no— para no tener que abordar el complejo y dilatado mecanismo que supone modificar el marco constitucional, para lo cual precisarían inicialmente, el voto favorable de los 3/5 de cada una de las cámaras, cifra que no alcanzan ni por aproximación.

En definitiva, están modificando la Constitución por la puerta de atrás, a través de leyes claramente inconstitucionales, que aunque sean impugnadas por la oposición, el defensor del pueblo o la sociedad civil, al ritmo que en estos aspectos funciona el Tribunal Constitucional —obsérvese el desarrollo de la impugnación del Estatuto de Cataluña— el Gobierno, al igual que hizo el Burlador de Sevilla en la obra de Tirso de Molina, bien puede poner sus brazos en jarras, prorrumpir una sonora carcajada, y responder: “!largo me lo fiáis! ...”, porque entre si se resuelve o no la impugnación, dichas leyes se ponen en marcha, pasan los años, la sociedad se va a habituando a ellas como un mal irremediable y al cabo de los años, vaya usted a saber cual puede ser el fallo del citado tribunal.

En definitiva, que por la vía de los hechos consumados, se va construyendo un nuevo tejido social —analícese el resultado del odio a España sembrado en las nuevas generaciones por los partidos nacionalistas en sus respectivos territorios— en el que los valores del humanismo cristiano, en los que durante mas de dos mil años hemos venido asentando toda nuestra estructura jurídica, política y social, están siendo sistemáticamente sustituidos por nuevos ídolos materializados por el poder, el dinero, la popularidad, el hedonismo, el sexo y las ideologías, deshumanizándonos, apoderándose de nosotros, destruyendo el que hasta ahora ha sido el núcleo vital del concepto de la familia, eje y soporte de nuestra estructura social y hasta la propia esencia del individúo como ser humano. A este paso, dentro de unos años, como decía Alfonso Guerra, a España y a los españoles, no nos va a conocer ni la madre que nos parió y aquí todos tan contentos. Cada uno a lo suyo y pasando.

Pero no creamos que nuestra pasividad e indiferencia, va a eludir el pago por nuestra parte y quizá el de las generaciones que nos sucedan, de una muy costosa factura.

En estas tristes circunstancias, quizá fuera oportuno recordar la célebre frase del pastor protestante alemán Martin Niemoeller, aunque falsamente atribuida a Bertolt Brecht, que con motivo de la progresiva persecución efectuada por los nazis en Alemania, dice: “Primero vinieron a por los comunistas, pero yo no era comunista, no alcé la voz. Luego vinieron a por los socialistas y los sindicalistas, pero, como yo no era ninguna de las dos cosas, tampoco alcé la voz. Después vinieron a por los judíos, y como yo no soy judío, tampoco alcé la voz. Y cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie que alzara la voz para defenderme”

Con una naturalidad verdaderamente inquietante, hemos aceptado casi como su fuera el Evangelio, el que por parte de la izquierda española de formar expresa y arrojadiza y por parte de la derecha de forma callada y vergonzante, permanentemente se siga acudiendo como causa de todos nuestros males, al tópico de Franco y al alzamiento militar de 1936, después de 34 años de su muerte y de 73 de haberse producido este triste episodio de nuestra historia. Resulta el recurso infalible para culparle de todos aquellos males acaecidos en España, los que estamos viviendo y los que nos hayan de sobrevenir dentro de cien años. Burda y demagógica táctica esta para ocultar la propia incapacidad de quienes nos dirigen, que aún sigue surtiendo su efecto en los sectores más iletrados de espíritu sencillo y simple, gracias a la amplificación que estas consignas encuentran, en la mayoría de medios de comunicación sumisos o afectos al poder y generosamente tratados por este. Pero resulta una ofensa para la inteligencia admitir simple y llanamente esta excusa tan tosca y grosera, cuando después de casi 31 años de democracia, la izquierda ha estado 20 de ellos ostentando las responsabilidades del gobierno de la nación y en algunas autonomías como Andalucía y Extremadura —precisamente las más pobres y atrasadas— siempre. Yo me pregunto: ¿Cuánto tiempo necesita la izquierda para corregir, perfeccionar, hacer o deshacer la obra de Franco? Profundizar con rigor y veracidad en estos temas, con seguridad nos conduciría a resultados sorprendentes —para muchas generaciones desconocidos— que pondrían al descubierto las demagógicas falacias de la izquierda española. Una izquierda que se quedó sin discurso con el fracaso de la revolución cultural de Mao —esa pesadilla de fanatismo y destrucción que costó más de diez millones de muertos— y el colapso del bloque socialista europeo que fue el resultado de la desaparición de la que fuera una de las mas grandes potencias de la historia, la Unión Soviética, que se desplomó como castillo de naipes, produciendo su desintegración y el ocaso del muro del Berlín. Una izquierda española que, perdida y desorientada, ahora, con la sectaria Ley de la Memoria Histórica, pretende ganar en España una guerra que perdió hace 70 años y de la que no resulta políticamente correcto analizar cual fue la semilla, ni quien la sembró, que produjo ese horrendo fruto.

Pero ya se sabe: “Jalisco nunca pierde y cuando pierde arrebata”, que en el argot mexicano significa “ganar como sea”. ¿Recuerdan ustedes aquella frase que captó un micrófono indiscreto y en la que el actual jefe del ejecutivo español Sr. Rodríguez, dirigió en la Cumbre Euromediterránea de Barcelona en el año 2005 a su director del área internacional, Carles Casajuana, cuando las negociaciones estaban a punto de fracasar?: "cerrar" un texto "como sea". '¡Hay que cerrar un texto como sea, vamos!'.

Podría aquí añadir alguna frase llena de ironía y mordacidad sobre la intencionalidad de lograr los objetivos perseguidos "como sea". Pero dada la gravedad del hecho, prefiero recordar la frase de Jacinto Benavente: "La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe".

Hoy nos asombramos a diario de las actitudes, gestos y decisiones del actual jefe del Ejecutivo socialista. Pero quizá las comprendiésemos mejor si hiciésemos algo de historia, en la mayor parte de las ocasiones, no demasiado difundida.

En 1910, Pablo Iglesias —fundador del PSOE— ya aplicaba el principio del "como sea", pronunciando en el Parlamento estas palabras: “El PSOE viene a buscar aquí (al Parlamento), a este cuerpo de carácter eminentemente burgués, lo que de utilidad pueda hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí. La totalidad ha de ser obtenida de otro modo. Mi partido está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones”. Es decir: “como sea”.

Tras haber sentado en el banquillo de los acusados en 1966 a un Delegado Provincial de Sindicatos y Jefe Provincial del Movimiento —por aquella época virrey de la provincia— con el consiguiente riesgo de haber dado con mis pobres huesos en la cárcel, creo que nadie tendrá la osadía de tildarme de fascista, franquista, facha o cualquiera otro de los respetuosos epítetos que la izquierda española utiliza contra quienes no estamos de acuerdo con sus postulados.

Pido perdón a los lectores por haberme tomado esta licencia personal, pero creo que la misma me proporciona la fuerza moral y política necesaria para afirmar seguidamente que la proclamación de la II República Española, fue un acto de fuerza ilegal , basado en la filosofía anteriormente expuesta de Pablo Iglesias.

El 13 de abril de 1931 tuvieron lugar unas elecciones municipales, ni siquiera Legislativas y por supuesto no Constituyentes. De ellas solamente se podía derivar, legalmente, la constitución y composición de todos los ayuntamientos de España y solamente de los ayuntamientos. Según Tuñón de Lara, que no parece sospechoso de parcialidad monárquica, salieron elegidos 22.150 concejales monárquicos y 5.775 republicanos. Las cifras oficiales no fueron publicadas nunca, y con variaciones en las cantidades, pero no significativas en la proporcionalidad, el triunfo de las candidaturas monárquicas ha sido admitido por la totalidad de los historiadores de este período. Dice el historiador Ricardo de la Cierva que la ocupación del poder por el Comité revolucionario el 14 de abril de 1931, fue un golpe de Estado.

El mismo día en que tuvieron lugar dichas elecciones, Alcalá Zamora —en esa fecha Presidente del improvisado Gobierno Provisional de la República— exige, ilegalmente, la marcha del rey antes de la puesta del sol del siguiente día 14. Las masas furiosamente vociferantes se concentran ante las puertas del palacio real. Para evitar el menor derramamiento de sangre, Alfonso XIII sale por la puerta del Campo del Moro, ya que había sido advertido del peligro existente para su seguridad física. El Rey se traslada en automóvil a Cartagena desde donde parte hacia el exilio.

De los doce miembros del Gobierno Provisional que se forma, según Ricardo de la Cierva, seis eran afiliados a la Masonería. Pequeño detalle que podría explicar, en parte, que ya en los días 11, 12 y 13 de mayo de 1931 ardieran 107 iglesias y conventos en 10 capitales distintas: Madrid, Zaragoza, Valencia, Alicante, Murcia, Málaga, Córdoba, Sevilla, Cádiz y Huelva. Consta que ardieron bastantes más que no han sido contabilizadas. Miguel Maura, ministro de la Gobernación, pidió permiso al Consejo de Ministros para que las Fuerzas de Seguridad evitasen esos desmanes. El Consejo negó por votación ese permiso. Quedaba introducido por tanto, el todo vale o como sea, contra cualquiera que pensase distinto.

De este modo quedaban frustradas las esperanzas de hombres como Ortega y Gasset, protagonistas del cambio de régimen y que fue el momento en el que alzó su voz con su universal y famoso “¡No es esto, no es esto!”.

Los comentarios que Ángel Maestro hace al libro de R. de la Cierva, “El 18 de julio no fue un golpe militar fascista”, Ed. Fénix, Madrid, 1999, ponen de relieve la similitud de actitudes por parte del PSOE de 1931, con el actual.

“El autor retrata a Azaña —posterior presidente del Gobierno de la República— como un jacobino, afiliado a la masonería, anticatólico y antimilitarista, inclinado a la prepotencia y la arbitrariedad. La negativa a aceptar el resultado derechista de las elecciones de 1934 demostró que Azaña no era demócrata. Tampoco actuó como un liberal, pues cercenó las libertades religiosa y de enseñanza, así como la de expresión con frecuente recurso a la previa censura gubernativa, e ignoró a la oposición. Era “intolerante e intransigente y despreciaba a sus adversarios, además de impedirles el ejercicio de sus libertades”. Y no hizo reforma positiva alguna, ni siquiera la agraria o la bancaria. “No gobernó con la razón, sino con la sinrazón, no para todos los españoles, sino para media España en contra de otra media.” No sé si esta actitud de hace más de tres cuartos de siglo, traerá a la mente alguna semejanza con la actual que estamos sufriendo.

Los dos hombres clave de la II República fueron los Presidentes de Gobierno, Manuel Azaña y Francisco Largo Caballero. Sin su eficaz cooperación no se hubiera podido llegar hasta las dos tristes guerras civiles que sufrimos.

El 30 de agosto de 1934, el demócrata Manuel Azaña afirma: "si la CEDA —equivalente al PP actual— ganadora de las democráticas elecciones de 1933, (realizadas con normas dadas y regidas por el propio gobierno republicano de Azaña), reclama el poder que le corresponde, la izquierda se lo impedirá, incluso mediante la revolución violenta". Obsérvese la constante de la izquierda en la ocupación del poder como sea.

De Largo Caballero dice Salvador de Madariaga: "No ocultó jamás su intención. Siempre fue su propósito llevar a España a una dictadura del proletariado". Dos guerras civiles llevan el sello de Largo Caballero en sus intentos por encontrar una vía rápida a su proyecto.

La primera surge tras las elecciones de noviembre de 1933 que fueron perdidas por el PSOE, pero no acatadas y comenzó a preparar la rebelión armada con el fin de conquistar por la fuerza de las armas lo que le habían negado las urnas. El 11 de septiembre de 1934 la guardia civil descubre que un gran alijo de armas transportado por el navío Turquesa, estaba siendo desembarcado bajo la inspección personal de Indalecio Prieto como ministro de Obras Públicas, a camiones de la Diputación de Asturias regida por los socialistas. Se preparaba la insurrección.

Pero la prueba definitiva contra la legitimidad de la II República, fue la revolución de octubre de 1934, organizada por los socialistas y sus aliados de la izquierda. Cita el famoso texto de S. de Madariaga: “Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió toda sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”. Y cita también los documentos exhumados por Pío Moa sobre las directas y principales responsabilidades del PSOE en la cruenta revolución de octubre de 1934. Los documentos socialistas que transcribe el autor son verdaderamente abrumadores por su crueldad, ya que incitan al secuestro y asesinato, así como al robo. La progresiva degradación de la II República está someramente descrita en el Dictamen de Burgos (1938), que es reproducido parcialmente. Pero el autor va más lejos: «Las elecciones de febrero de 1936 fueron antidemocráticas». Y cita la opinión de J. M. Gil-Robles: la mayoría frentepopulista se logró en 1936 en segunda vuelta mediante la inicua anulación de actas derechistas. Para remate se destituyó ilegalmente a Alcalá Zamora como presidente de la República, por oponerse al frentepopulismo revolucionario. Finalmente, el asesinato del jefe de la oposición, Calvo Sotelo, por guardias de asalto. Así fue el supuesto paraíso democrático destruido por unos curas y militares «fascistas».

Por tanto queda claro que la segunda guerra va a ser la consecuencia de las elecciones del 16 de febrero de 1936. Portela Valladares —Presidente del Consejo de Ministros— abandonó el poder sin haberse hecho público los resultados y sin esperar a la segunda vuelta. El Frente Popular se hizo cargo del gobierno ilegalmente y manipuló las actas con toda clase de pucherazos y trampas, hasta que resultó ganador ya en esta primera vuelta, según demuestran las últimas investigaciones de los historiadores.

Gil Robles, como jefe de la oposición, informa a las cortes reunidas el 15 de junio de 1936 que desde el 16 de febrero a ese día habían sido destruidas totalmente 196 iglesias, se habían perpetrado 334 asesinatos, 78 centros políticos fueron destruidos, hubo 192 huelgas generales y 10 periódicos deshechos. Había un peligro cierto de aniquilación sobre esa "media España que no se resignaba a morir".

Tenemos probadas las funestas consecuencias de nuestras dos repúblicas. Hoy la acción del Presidente del ejecutivo español, nos está aproximando peligrosamente, a lo que fueron nuestras repúblicas, con

• Rompiendo todos los pactos de Estado que había suscritos entre PP y PSOE, algunos firmado por el propio Sr., Rodríguez, como el Pacto Antiterrorista.

• Ignorando absolutamente a la oposición, que representa a media España.

• Tratando de eliminarla del panorama político organizando el cordón sanitario que supuso el Pacto del Tinell.

• Ignorar a las víctimas del terrorismo negociando con lo asesinos y calificándolos de hombres de paz.

• Haciendo de la mentira la base permanente de su discurso.

• Pretendiendo amordazar a los legítimos representantes de la Iglesia Católica, reconocida en nuestra Constitución con el mandato imperativo de mantener con ella una política de cooperación.

• Propugnando la ampliación de leyes sanguinarias como la del aborto que va a hacer de España el paraíso de la muerte, a la que sobrevendrá la Ley de la Eutanasia.

• Permitiendo que una menor aborte sin el consentimiento de sus padres, socavando con ello la Patria Potestad de los mismos y sustituyéndola por la del Estado.

• Promoviendo la Ley de la memoria histórica, tratando de santificar la República y poco menos que beatificar a todos aquellos que se dedicaron a incendiar Iglesias y asesinar indiscriminadamente a sacerdotes, monjas, ancianos, mujeres y niños, por el simple hecho de ser creyentes.

• Promulgando la Ley de Educación para la Ciudadanía, a semejanza de los Principios Fundamentales del Movimiento del franquismo, e impregnando en las mentes de nuestros niños y adolescentes toda una ingeniería ideológica moral y afectiva que está fuera de sus atribuciones y competencias.

• Hundiendo a España en la depresión mas grande que ha conocido en mas de medio siglo.

• Diciendo que el concepto de Nación, es un concepto discutido y discutible.

• A partir de esas manifestaciones, ha permitido que se haga mofa y rechazo público de las enseñas nacionales, tanto dentro como fuera de España, incluso en presencia de la más alta magistratura del Estado.

• Recientemente en la mesa de negociación por el Pacto Social ¿Qué ha hecho? En vez de agotar las vías de negociación intentando acercar a las partes, demonizar a los empresarios, que son los únicos que crean los puestos de trabajo, que representan la riqueza de cualquier país. El no quería ni ningún pacto, quería un culpable para presentarse como el ángel salvador de los trabajadores.

• Y esto no es más que una pequeña muestra de la larga serie de medidas que ha adoptado en clave electoral y populista, a base de reabrir las heridas de las dos Españas que habían quedado cerradas con la aprobación de nuestra Carta Magna en 1978.

Hacer esto con un pueblo por el simple hecho de mantenerse en el poder, no es deleznable, es simplemente diabólico, perverso, infame, y su proceder oportunista basado en la mentira constante con la mirada puesta siempre en el voto, propio de un vil trilero. Por tanto, examinando los antecedentes históricos de la izquierda y comparándolos con su proceder de hoy, dije entonces y me ratifico ahora, en que la izquierda española ha demostrado sobradamente, que en vez de fijar sus objetivos en un futuro en el que reine la armonía, la paz, la prosperidad y la colaboración entre todos los españoles, nostálgicamente sigue anclada en la noche oscura del pasado y sus prejuicios, haciendo suyas las prácticas antidemocráticas, sanguinarias y cristianofóbicas, de las que todos los españoles venimos siendo sufridores testigos.

Y la Jefatura del Estado, no parece ser, precisamente, un talismán que esté dispuesto a corregir el mal rumbo que llevamos.

César Valdeolmillos Alonso.

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[1] Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el vocablo “aconfesional” significa: “Que no pertenece a ninguna confesión religiosa”.

[2] Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el vocablo “laicidad” significa: “Cualidad de la sociedad, el Estado o las instituciones que actúan y funcionan de manera independiente de la influencia de la religión y de la Iglesia”

[3] “La segunda República” de Ricardo de la Cierva.

[4] “El 18 de julio no fue un golpe militar fascista” de Ricardo de la Cierva. Ed. Fénix, Madrid, 1999

viernes, 26 de junio de 2009

La magia del Festival de Granada

“¡Oh, habitantes de Al-Ándalus, que felicidad la vuestra al tener agua, sombras, ríos y árboles! El jardín de la eterna felicidad, no está fuera de vosotros, sino en vuestra tierra; si yo pudiera elegir, este es el lugar que escogería. No creáis que mañana entraréis en el Infierno. ¡No se entra en el infierno después de haber estado en el Paraíso!”
Ibn Jafaya (ss.XI-XII)

Cada año, en los primeros días del verano, cuando cae la tarde y en el mirador de San Nicolás, en pleno corazón del Albaicín, el aire se llena de un suave aroma a jazmín, mientras los últimos rayos de sol arrancan destellos dorados a la Alhambra, la sultana que se perfila vigilante y majestuosa sobre Sierra Nevada, nada hace suponer que tras sus sobrias y poderosas murallas, donde se oculta una de las huellas más fascinantes del arte musulmán, esté a punto de producirse una de las manifestaciones más bellas y hermosas que puede experimentar un ser humano, al hacer germinar en su interior una eclosión se sentimientos, sensaciones y vivencias únicas e irrepetibles: El Festival Internacional de Música y Danza de Granada, que este año celebra su LVIII edición consecutiva.

Un festival concebido como exaltación de la grandeza de la música y la danza, como imagen básica, bien podríamos entenderlo como el conjunto de una serie de espectáculos que se celebra en un tiempo concreto. Las obras maestras de los grandes genios de la música, siempre tendremos oportunidad de poder escucharlas o verlas interpretadas por excepcionales formaciones, en modernísimos auditorios dotados de una acústica perfecta en cualquier parte del mundo. Festivales de este tipo, hay muchos en Europa y en el mundo. Pero en España hay tres concretamente, que son inigualables, irrepetibles; todo un regalo para el espíritu. Dos de teatro clásico: el de Almagro y el de Mérida; y el de música y danza de Granada. Los tres constituyen experiencias excepcionales por su legendario y evocador entorno, por sus escenarios históricos que hacen que el espectador se instale emocionalmente en un mundo, hoy ya imaginario, pero que nos permite experimentar un gozo íntimo irrepetible, que una vez vivido, nuestra sensibilidad lo tornará en una pequeña eternidad.

El 20 de junio de 1959, hice mi primera entrevista para el Festival de Granada, cuando este cumplía su VIII edición. El personaje elegido fue el genial director de orquesta ucraniano Igor Markevitch, que actuaba como director invitado de la Orquesta Nacional de España y quien seis años más tarde crearía la Orquesta Sinfónica de RTVE. Desde aquel momento, no he dejado ni una sola edición de ejercer mi labor periodística como critico, entrevistador y cronista del Festival de Granada. Por tanto, este año cumplo mis bodas de oro con tan sobresaliente manifestación artística y haciendo memoria de las gloriosas jornadas que he tenido la fortuna de vivir en el transcurso de este medio siglo, creo estar en condiciones de asegurar, que tras las muy diferentes etapas por las que esta excepcional manifestación artística, social y cultural ha atravesado, alcanzar la cota de 58 ediciones consecutivas, se debe no solo a las legendarias figuras de la música y de la danza que año tras año, han ido dejando la huella de su genio en las páginas de su historia, sino fundamentalmente, a la grandeza de sus históricos escenarios, evocadores de un pasado en el que funde la realidad con la leyenda.

Asistir a cualquiera de las veladas del Festival de Granada, constituye la celebración de toda una liturgia. Cuando la tarde se va deslizando lentamente y la Alhambra majestuosa se adorna con los dorados resplandores del atardecer granadino, bien sea subiendo por el Campo del Príncipe aspirando la fragancia de las azucenas o accediendo por Plaza Nueva, con la ensoñación romántica al fondo del misterio de una calle tan singular como la Carrera del Darro, que serpeando junto al río, nos permite divisar las ruinas del puente del Cadí, que fuera unión de la Alhambra y el Albaicín y bastión defensivo de esta parte de la ciudad medieval, el hechizo del paisaje se torna cual evocador espejuelo que te induce a evocar esa inmortal “Iberia”, de Albéniz, “Los cuentos de la Alhambra” que en las habitaciones de la épica fortaleza escribiera Washington Irving o en la poesía y música de las tres culturas, arábigo-andaluza y sefardí de Al-Andalus.

Impregnado el espíritu de tan profundas sensaciones, culminarlas en los suntuosos escenarios que nos muestran el esplendor y refinamiento de la dinastía nazarí, recreando el espíritu con la exquisitez francesa de Debussy y Ravel o con la riqueza rítmica del Pájaro de Fuego de Stravinski, interpretada por The London Symphony Orchestra; recuperar al Barenboim pianista, sobre todo si es con una de esas obras que han quedado unidas a su nombre de forma imperecedera, como el caso del Concierto núm. 3 de Beethoven, la interpretación de una obra muy poco programada de Félix Mendelsohn, como la obertura de la música que escribió en 1839 para la representación del Ruy Blas, de Víctor Hugo o el Adagio de la incompleta 10ª Sinfonía de Mahler, que se escuchará por primera vez en el Festival, es tanto como experimentar la sensación de que bajo el cielo de Granada, nace el amor, estalla el gozo en el corazón, fluye el agua y mueren las lágrimas.

Cuando hablamos de los jardines de Al Ándalus, surge la imagen de un lugar evocador que invita al recogimiento y la contemplación, semejante al Paraíso persa del Avesta, el Edén bíblico del Génesis o el Paraíso o Cielo evangélico, conformando todos ellos el concepto de Jardín Espiritual.

Desde la ladera del Cerro del Sol en la que se asienta El Generalife —“El trono de la Alhambra”, como le llamó Ibn Zamrak, el gran poeta de la Granada de Mohamed V— lugar idílico y rebosante de paz, repleto de flores, plantas aromáticas, árboles, surtidores, fuentes, albercas y acequias en el que el agua refleja la arquitectura y la luz se funde con la vegetación transformándola con el paso de las horas y las estaciones. en donde la frondosidad de sus árboles no dejaba penetrar los rayos del sol, y el encanto de sus huertas y vergeles eran bañados por el frescor y la música del agua, sentir la excitación de la hechizante y eterna lucha entre el amor y la magia, entre el bien y el mal de “El lago de los cisnes”, emanada de la riqueza de las bellas melodías de Tchaikovsky, el más admirado compositor de música para la danza que jamás haya existido; dejarse embriagar por el aroma mediterráneo de las cadencias de nuestros orígenes y las norteafricanas de Gnawa, mientras Nacho Duato transita hacia la espiritualidad de la venerada Virgen Negra de Jasnogora y profundiza en su figura como eslabón entre el hombre y lo divino, es penetrar en el profundo oasis de nuestras más bellas y ignoradas emociones.

El alma de Granada se hace presente cuando en la fascinación de sus noches hay en el cielo fiesta gitana de luna y estrellas. “Ni el aire ni la tierra son iguales después de que María Pagés haya bailado”, dijo de la bailaora sevillana el escritor y poeta portugués José Saramago, uno de los inspiradores de Autorretrato, espectáculo donde la Pagés baila su intimidad, embrujada también por la poesía de Miguel Hernández y Antonio Machado, a golpe de soleá, martinete, tonás o alegrías, produciendo a modo de invocación mágica de las flamencas de antes, todo un torbellino emocional.

Cuando se contempla el paisaje que La Alhambra pone ante los ojos del peregrino, las palabras de Federico García Lorca cobran todo su sentido: "Granada es apta para el sueño y el ensueño”. Una vez traspasado el umbral de la Puerta de las Granadas, abriendo cada uno de nuestros cinco sentidos, el espíritu se deja llevar plácidamente a un ensueño vivo, real y presente. Pasear por sus alamedas, recorrer sus murallas y jardines o recrearnos en sus miradores, suntuosas estancias y evocadores patios, abrirá en nosotros un universo de vivencias ignoradas hasta ese momento, atrapando nuestro corazón. Desde sus almenas, nos llegará la visión lejana y el embrujo del Albaicín y el Sacromonte, en donde Granada se hunde en sus raíces con el homenaje que, en un espectáculo concebido por su propia hija, este año hace el Festival al excepcional artista Sacromontano, fallecido recientemente, Mario Maya.

No puede haber expresión más fascinante del embrujo de la noche granaína, cuando esta se viste de plata, que escuchar a una de las más seductoras gitanas de cuantas recorren hoy los teatros del mundo, la célebre y siempre impactante Carmen de Bizet, en la voz de la italiana Anna Caterina Antonacci, de la mano de John Eliot Gardiner, en el Palacio de Carlos V, que según la visión de Antonio Gala, es un "producto del amor" y "regalo del Emperador a la ciudad de Granada", cuando celebraba su segunda luna de miel. "Probablemente, Carlos V e Isabel de Portugal, constituyan la única pareja de reyes, en este caso de emperadores, que haya estado enamorada de verdad", aseguró el poeta.

Aunque solo sea por una sola vez en la vida, alimentar el espíritu con la gran fiesta de la música que es el Festival de Granada, es saturar el corazón con el resplandor de una sonrisa, la ternura de una mirada enamorada, sentir la complicidad de dos manos que se unen en una íntima comunión espiritual en un palacio que, verdaderamente, parece sacado de un cuento de “Las Mil y una Noches”.



César Valdeolmillos Alonso

domingo, 21 de junio de 2009

La oculta filosofía de la laicidad

El mundo no esta en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad.
Albert Einstein

Con mi más profundo respeto a la persona, desde que en las elecciones generales del pasado año, escuché decir a Zerolo: "Nunca había tenido tantos orgasmos; los que me da mi marido y los que me da ZP", he de confesar que en el momento de escribir este artículo, se me plantea un problema de rigor gramatical a la hora de determinarle con el artículo filológico que deba corresponderle: ¿“El”, “La” o “Lo”?.

La duda es razonable si hemos de tener en cuenta, que tanto quien tiene marido, como quien experimenta los orgasmos —hasta ahora— ha sido siempre la mujer. Pero atendiendo a lo que decía don Sebastián en la célebre zarzuela “La verbena de la Paloma”: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, es una brutalidad, es una bestialidad”, pues vaya usted a saber cuales fueron las causas que indujeron a Zerolo a expresarse como una desposada.

Se me ocurrió que si hacía una consulta a la Real Academia de la Lengua Española, a lo mejor podría salir de dudas, pero al pronto recordé las palabras pronunciadas por un compañero de ponencia y profesión —que desempeña sus funciones en un medio afín a la progresía— en unas jornadas organizadas por un organismo oficial feminista. Sustentó su intervención, en la vida dinámica y creativa del idioma, argumentando que el mismo encuentra su origen en la raíz popular y que a veces, pasado mucho tiempo, ese organismo compuesto por “fósiles dinosaurios antidiluvianos”, que es la Real Academia de la Lengua Española, terminaba por incorporar al diccionario aquellas palabras, usos y costumbres, que el pueblo hacía tiempo que había hecho suyos, tales como “jóvenes y jóvenas” que en sus momentos de esplendor político instituyera la entonces esposa de Felipe González, Carmen Romero; “vascos y vascas”, que impusiera en su particular lenguaje político partidista, el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe y otros ejemplos similares que podrían equipararse al de “miembros y miembras”, que la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, utilizó en el transcurso de su primera comparecencia en la Comisión de Igualdad, en el Congreso de los Diputados y que en vez reconocer el barbarismo lingüístico cometido, tuvo la temeridad de plantear la inclusión de este registro en el diccionario, propuesta ante la que Gregorio Salvador, reputado dialectólogo y lexicógrafo, miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE), aconsejó a la ministra que se dejara de "bromas de mal gusto", añadiendo que tal inclusión era imposible. Y agregó: "Eso solo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo”.

Así que, ante el confusionismo reinante, renuncié a mi inicial idea de evacuar consulta alguna a este respecto y me las apañaré como Dios me de a entender, por lo que de antemano me anticipo a pedir perdón a Zerolo, si el tratamiento que le de es incorrecto, porque como decía Groucho Marx: “aún no le conozco bien”.

Pero bueno, para no perdernos entre la hojarasca, vamos a lo que vamos.
El hecho es que Zerolo montó el pasado día 4 de junio, un circo a modo de bautismo civil, que él denominó, “Bienvenida democrática laica a la comunidad”. El “bautizado” fue un niño de cuatro años, hijo de Cayetana Guillén Cuervo. La que sustituyó al defenestrado José Luis Garci cuando el PSOE se hizo de nuevo con el poder, en un programa semanal de cine en TVE. El pobre infante tuvo que aguantar la lectura por el Concejal que disfruta con los orgasmos que le proporciona ZP, de la Carta Europea de los Derechos del Niño. Ignoro si el concejal socialista que luce esos adorables ricitos al estilo coliflor, del Ayuntamiento que preside Ruiz Gallardón, diría algo sobre el derecho a nacer.

No sé porqué extraños mecanismos de la mente, siempre que evoco la figura del Alcalde de Madrid, me vienen a la memoria las de Francisco Fernández Ordóñez, ministro que fue de Hacienda con la UCD y terminó siéndolo de Asuntos Exteriores por el PSOE y la de Santiago Carrillo, que —desde el exilio para no correr riesgos—fue Secretario General del Partido Comunista de España durante tantos años, y ha terminado como vocero defensor de las tesis del PSOE, un partido, que ni es socialista (con él en el poder, los ricos siempre han resultado más ricos), ni es obrero (con él los obreros han alcanzado siempre su más alto índice de desempleo y pobreza) ni es español (con él se están alcanzando los más altos grados de descomposición del Estado).

Pero volvamos al tema del que hoy nos ocupamos. Según manifestó el dirigente progre —ya saben ustedes, el de los orgasmos— al presidir la bufonada del “bautizo laico” del hijo de Cayetana Guillén Cuervo, éste tenía como fin "dar la bienvenida democrática" al pequeño, “siguiendo una tradición iniciada en la Revolución Francesa”. En justicia, creo que debemos agradecer a Zerolo que fuera tan sincero, ya que con sus manifestaciones, quedó evidentemente claro, que se refería al “Culto al Ser Supremo”, establecido por el tirano Robespierre en 1794 durante la dictadura jacobina, que se recuerda con el significativo nombre de “Reinado del Terror”.

A este respecto, no estaría demás traer a la memoria que en 1793, el jacobino Maximilien Robespierre, dio un golpe de Estado en la Francia revolucionaria; hizo arrestar a la oposición girondina y estableció una dictadura basada en el más claro antecedente histórico de los “soviets”: el llamado Comité de Salvación Pública que, con un iluminismo digno de los progres contemporáneos españoles, se marcó como misión defender el Estado y su virtud, misión que sus propios autores denominaron el “Terror”.
A pesar de que Robespierre, siempre se había pronunciado contrario a de la pena de muerte, pronto se desdijo de sus postulados —al igual que le ocurre al actual presidente del ejecutivo español, Sr., Rodríguez— hasta tal extremo de que durante la época siniestra de su mandato, fueron asesinadas más de 50.000 personas por medio de la guillotina, muchas de ellas católicos, presos políticos y personas críticas con su dictadura. Al final incluso ordenó la decapitación de los dirigentes de la rama más moderada de los jacobinos. El incorruptible defensor de las ideas liberales y democráticas Robespierre, suprimió las libertades de prensa, de expresión, de reunión y de religión; suspendió las garantías procesales y sometió la economía al poder del Estado, mediante un intervencionismo que aún hoy provoca los elogios de no pocos izquierdistas como Zerolo. Todo ello en nombre de la razón, de la libertad, la igualdad, la ilustración, y clamando contra la tiranía: un cinismo ideológico idéntico al del Sr. Rodríguez, presidente del ejecutivo español actual.

En su propósito de erradicar el Cristianismo de Francia —como ahora ocurre en España— y después de la prohibición del culto católico en el país, en mayo de 1794, Robespierre estableció una “religión laica” y obligatoria, llamada: “Culto al Ser Supremo”, inspirada en la Masonería —sociedad secreta a la que pertenecía el dictador— y en las tesis de Jean-Jacques Rousseau, cuyo relativismo moral inspira aún hoy las tesis contraculturales de la progresía.

Las quejas de ateos y católicos ante esa imposición estatal jacobina, fueron reprimidas por los “sans culottes”, auténticos descerebrados que actuaban a modo de escuadras de “camisas pardas” de los jacobinos contra los discrepantes.

Con ocasión de las ceremonias blasfemas de esa “religión laicista”, la Catedral de Notre Dame de París fue profanada, siendo destruidos o robados sus tesoros artísticos. La ignorancia llevó a los jacobinos a decapitar las estatuas de los reyes de Judá, pensando que representaban a los reyes de Francia —algo similar a lo que no pocos izquierdistas españoles, demostrando su desconocimiento de la historia, tantas veces han protagonizado, confundiendo el yugo y las flechas de la Falange, con el de los Reyes Católicos— y las imágenes de la Virgen, fueron sustituidas por las de la Dama de la Libertad. Tras estas salvajadas, el monumento religioso más famoso de Francia, quedó en un estado tan lamentable, que al cabo de unos años incluso se planteó la posibilidad de demolerlo.

¡Que similitud con los actos que se produjeron en España durante la república! Bien podría asemejarse el estado en que las turbas dejaron la Catedral de Notre Dame, con el que quedó el monumento con el que Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles.

¿Son estos los principios de libertad, igualdad y respeto que anidan bajo los ricitos coliflorescos del concejal representante de los socialistas en el Ayuntamiento de Madrid? No nos tomemos este episodio como una mera extravagancia más de un personaje pintoresco, porque, en lo que simplemente pudiera parecer una mera peripecia grotesca y esperpéntica, según las propias palabras del actuante, subyace la filosofía de una izquierda española que ha demostrado sobradamente, que en vez de fijar sus objetivos en un futuro en el que reine la armonía, la paz, la prosperidad y la colaboración entre todos los españoles, nostálgicamente sigue anclada en la noche oscura del pasado y sus prejuicios, haciendo suyas las prácticas antidemocráticas , sanguinarias y cristianofóbicas que se han tomado como principio para protagonizar la farsa de lo que tendenciosamente se ha dado en llamar “bautizo laico”, efectuado por un representante socialista y en las que abiertamente se ha hecho manifestación explícita de las tradiciones en las que el socialismo pretende basar su concepto de la laicidad.
César Valdeolmillos Alonso
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[1] Basta repasar las leyes y decretos que bordean o violan abiertamente la Constitución, actuaciones de políticos, politiquillos, representantes de la ¿Juticia? o altos cargos de diferentes organismos designados por instituciones oficiales.
[2] Cultura de la muerte: aborto y eutanasia.
[3] La relación de medidas anticristianas adoptadas por el PSOE, podría hacerse interminable,. Desde el aborto y la sedación no consentida, practicada por el doctor muerte y aplaudida y defendida por el PSOE, pasando por la eliminación de símbolos religiosos, la Ley de Educación para la ciudadanía (versión democrática de los Principios Fundamentales del Movimiento), todo el conjunto de medidas orientados a socavar los fundamentos de la familia o las constantes provocaciones a la Iglesia e intentos de amordazar a sus legítimos representantes, los obispos.