Yo no quito el crucifijo

viernes, 26 de junio de 2009

La magia del Festival de Granada

“¡Oh, habitantes de Al-Ándalus, que felicidad la vuestra al tener agua, sombras, ríos y árboles! El jardín de la eterna felicidad, no está fuera de vosotros, sino en vuestra tierra; si yo pudiera elegir, este es el lugar que escogería. No creáis que mañana entraréis en el Infierno. ¡No se entra en el infierno después de haber estado en el Paraíso!”
Ibn Jafaya (ss.XI-XII)

Cada año, en los primeros días del verano, cuando cae la tarde y en el mirador de San Nicolás, en pleno corazón del Albaicín, el aire se llena de un suave aroma a jazmín, mientras los últimos rayos de sol arrancan destellos dorados a la Alhambra, la sultana que se perfila vigilante y majestuosa sobre Sierra Nevada, nada hace suponer que tras sus sobrias y poderosas murallas, donde se oculta una de las huellas más fascinantes del arte musulmán, esté a punto de producirse una de las manifestaciones más bellas y hermosas que puede experimentar un ser humano, al hacer germinar en su interior una eclosión se sentimientos, sensaciones y vivencias únicas e irrepetibles: El Festival Internacional de Música y Danza de Granada, que este año celebra su LVIII edición consecutiva.

Un festival concebido como exaltación de la grandeza de la música y la danza, como imagen básica, bien podríamos entenderlo como el conjunto de una serie de espectáculos que se celebra en un tiempo concreto. Las obras maestras de los grandes genios de la música, siempre tendremos oportunidad de poder escucharlas o verlas interpretadas por excepcionales formaciones, en modernísimos auditorios dotados de una acústica perfecta en cualquier parte del mundo. Festivales de este tipo, hay muchos en Europa y en el mundo. Pero en España hay tres concretamente, que son inigualables, irrepetibles; todo un regalo para el espíritu. Dos de teatro clásico: el de Almagro y el de Mérida; y el de música y danza de Granada. Los tres constituyen experiencias excepcionales por su legendario y evocador entorno, por sus escenarios históricos que hacen que el espectador se instale emocionalmente en un mundo, hoy ya imaginario, pero que nos permite experimentar un gozo íntimo irrepetible, que una vez vivido, nuestra sensibilidad lo tornará en una pequeña eternidad.

El 20 de junio de 1959, hice mi primera entrevista para el Festival de Granada, cuando este cumplía su VIII edición. El personaje elegido fue el genial director de orquesta ucraniano Igor Markevitch, que actuaba como director invitado de la Orquesta Nacional de España y quien seis años más tarde crearía la Orquesta Sinfónica de RTVE. Desde aquel momento, no he dejado ni una sola edición de ejercer mi labor periodística como critico, entrevistador y cronista del Festival de Granada. Por tanto, este año cumplo mis bodas de oro con tan sobresaliente manifestación artística y haciendo memoria de las gloriosas jornadas que he tenido la fortuna de vivir en el transcurso de este medio siglo, creo estar en condiciones de asegurar, que tras las muy diferentes etapas por las que esta excepcional manifestación artística, social y cultural ha atravesado, alcanzar la cota de 58 ediciones consecutivas, se debe no solo a las legendarias figuras de la música y de la danza que año tras año, han ido dejando la huella de su genio en las páginas de su historia, sino fundamentalmente, a la grandeza de sus históricos escenarios, evocadores de un pasado en el que funde la realidad con la leyenda.

Asistir a cualquiera de las veladas del Festival de Granada, constituye la celebración de toda una liturgia. Cuando la tarde se va deslizando lentamente y la Alhambra majestuosa se adorna con los dorados resplandores del atardecer granadino, bien sea subiendo por el Campo del Príncipe aspirando la fragancia de las azucenas o accediendo por Plaza Nueva, con la ensoñación romántica al fondo del misterio de una calle tan singular como la Carrera del Darro, que serpeando junto al río, nos permite divisar las ruinas del puente del Cadí, que fuera unión de la Alhambra y el Albaicín y bastión defensivo de esta parte de la ciudad medieval, el hechizo del paisaje se torna cual evocador espejuelo que te induce a evocar esa inmortal “Iberia”, de Albéniz, “Los cuentos de la Alhambra” que en las habitaciones de la épica fortaleza escribiera Washington Irving o en la poesía y música de las tres culturas, arábigo-andaluza y sefardí de Al-Andalus.

Impregnado el espíritu de tan profundas sensaciones, culminarlas en los suntuosos escenarios que nos muestran el esplendor y refinamiento de la dinastía nazarí, recreando el espíritu con la exquisitez francesa de Debussy y Ravel o con la riqueza rítmica del Pájaro de Fuego de Stravinski, interpretada por The London Symphony Orchestra; recuperar al Barenboim pianista, sobre todo si es con una de esas obras que han quedado unidas a su nombre de forma imperecedera, como el caso del Concierto núm. 3 de Beethoven, la interpretación de una obra muy poco programada de Félix Mendelsohn, como la obertura de la música que escribió en 1839 para la representación del Ruy Blas, de Víctor Hugo o el Adagio de la incompleta 10ª Sinfonía de Mahler, que se escuchará por primera vez en el Festival, es tanto como experimentar la sensación de que bajo el cielo de Granada, nace el amor, estalla el gozo en el corazón, fluye el agua y mueren las lágrimas.

Cuando hablamos de los jardines de Al Ándalus, surge la imagen de un lugar evocador que invita al recogimiento y la contemplación, semejante al Paraíso persa del Avesta, el Edén bíblico del Génesis o el Paraíso o Cielo evangélico, conformando todos ellos el concepto de Jardín Espiritual.

Desde la ladera del Cerro del Sol en la que se asienta El Generalife —“El trono de la Alhambra”, como le llamó Ibn Zamrak, el gran poeta de la Granada de Mohamed V— lugar idílico y rebosante de paz, repleto de flores, plantas aromáticas, árboles, surtidores, fuentes, albercas y acequias en el que el agua refleja la arquitectura y la luz se funde con la vegetación transformándola con el paso de las horas y las estaciones. en donde la frondosidad de sus árboles no dejaba penetrar los rayos del sol, y el encanto de sus huertas y vergeles eran bañados por el frescor y la música del agua, sentir la excitación de la hechizante y eterna lucha entre el amor y la magia, entre el bien y el mal de “El lago de los cisnes”, emanada de la riqueza de las bellas melodías de Tchaikovsky, el más admirado compositor de música para la danza que jamás haya existido; dejarse embriagar por el aroma mediterráneo de las cadencias de nuestros orígenes y las norteafricanas de Gnawa, mientras Nacho Duato transita hacia la espiritualidad de la venerada Virgen Negra de Jasnogora y profundiza en su figura como eslabón entre el hombre y lo divino, es penetrar en el profundo oasis de nuestras más bellas y ignoradas emociones.

El alma de Granada se hace presente cuando en la fascinación de sus noches hay en el cielo fiesta gitana de luna y estrellas. “Ni el aire ni la tierra son iguales después de que María Pagés haya bailado”, dijo de la bailaora sevillana el escritor y poeta portugués José Saramago, uno de los inspiradores de Autorretrato, espectáculo donde la Pagés baila su intimidad, embrujada también por la poesía de Miguel Hernández y Antonio Machado, a golpe de soleá, martinete, tonás o alegrías, produciendo a modo de invocación mágica de las flamencas de antes, todo un torbellino emocional.

Cuando se contempla el paisaje que La Alhambra pone ante los ojos del peregrino, las palabras de Federico García Lorca cobran todo su sentido: "Granada es apta para el sueño y el ensueño”. Una vez traspasado el umbral de la Puerta de las Granadas, abriendo cada uno de nuestros cinco sentidos, el espíritu se deja llevar plácidamente a un ensueño vivo, real y presente. Pasear por sus alamedas, recorrer sus murallas y jardines o recrearnos en sus miradores, suntuosas estancias y evocadores patios, abrirá en nosotros un universo de vivencias ignoradas hasta ese momento, atrapando nuestro corazón. Desde sus almenas, nos llegará la visión lejana y el embrujo del Albaicín y el Sacromonte, en donde Granada se hunde en sus raíces con el homenaje que, en un espectáculo concebido por su propia hija, este año hace el Festival al excepcional artista Sacromontano, fallecido recientemente, Mario Maya.

No puede haber expresión más fascinante del embrujo de la noche granaína, cuando esta se viste de plata, que escuchar a una de las más seductoras gitanas de cuantas recorren hoy los teatros del mundo, la célebre y siempre impactante Carmen de Bizet, en la voz de la italiana Anna Caterina Antonacci, de la mano de John Eliot Gardiner, en el Palacio de Carlos V, que según la visión de Antonio Gala, es un "producto del amor" y "regalo del Emperador a la ciudad de Granada", cuando celebraba su segunda luna de miel. "Probablemente, Carlos V e Isabel de Portugal, constituyan la única pareja de reyes, en este caso de emperadores, que haya estado enamorada de verdad", aseguró el poeta.

Aunque solo sea por una sola vez en la vida, alimentar el espíritu con la gran fiesta de la música que es el Festival de Granada, es saturar el corazón con el resplandor de una sonrisa, la ternura de una mirada enamorada, sentir la complicidad de dos manos que se unen en una íntima comunión espiritual en un palacio que, verdaderamente, parece sacado de un cuento de “Las Mil y una Noches”.



César Valdeolmillos Alonso

domingo, 21 de junio de 2009

La oculta filosofía de la laicidad

El mundo no esta en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad.
Albert Einstein

Con mi más profundo respeto a la persona, desde que en las elecciones generales del pasado año, escuché decir a Zerolo: "Nunca había tenido tantos orgasmos; los que me da mi marido y los que me da ZP", he de confesar que en el momento de escribir este artículo, se me plantea un problema de rigor gramatical a la hora de determinarle con el artículo filológico que deba corresponderle: ¿“El”, “La” o “Lo”?.

La duda es razonable si hemos de tener en cuenta, que tanto quien tiene marido, como quien experimenta los orgasmos —hasta ahora— ha sido siempre la mujer. Pero atendiendo a lo que decía don Sebastián en la célebre zarzuela “La verbena de la Paloma”: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, es una brutalidad, es una bestialidad”, pues vaya usted a saber cuales fueron las causas que indujeron a Zerolo a expresarse como una desposada.

Se me ocurrió que si hacía una consulta a la Real Academia de la Lengua Española, a lo mejor podría salir de dudas, pero al pronto recordé las palabras pronunciadas por un compañero de ponencia y profesión —que desempeña sus funciones en un medio afín a la progresía— en unas jornadas organizadas por un organismo oficial feminista. Sustentó su intervención, en la vida dinámica y creativa del idioma, argumentando que el mismo encuentra su origen en la raíz popular y que a veces, pasado mucho tiempo, ese organismo compuesto por “fósiles dinosaurios antidiluvianos”, que es la Real Academia de la Lengua Española, terminaba por incorporar al diccionario aquellas palabras, usos y costumbres, que el pueblo hacía tiempo que había hecho suyos, tales como “jóvenes y jóvenas” que en sus momentos de esplendor político instituyera la entonces esposa de Felipe González, Carmen Romero; “vascos y vascas”, que impusiera en su particular lenguaje político partidista, el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe y otros ejemplos similares que podrían equipararse al de “miembros y miembras”, que la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, utilizó en el transcurso de su primera comparecencia en la Comisión de Igualdad, en el Congreso de los Diputados y que en vez reconocer el barbarismo lingüístico cometido, tuvo la temeridad de plantear la inclusión de este registro en el diccionario, propuesta ante la que Gregorio Salvador, reputado dialectólogo y lexicógrafo, miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE), aconsejó a la ministra que se dejara de "bromas de mal gusto", añadiendo que tal inclusión era imposible. Y agregó: "Eso solo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo”.

Así que, ante el confusionismo reinante, renuncié a mi inicial idea de evacuar consulta alguna a este respecto y me las apañaré como Dios me de a entender, por lo que de antemano me anticipo a pedir perdón a Zerolo, si el tratamiento que le de es incorrecto, porque como decía Groucho Marx: “aún no le conozco bien”.

Pero bueno, para no perdernos entre la hojarasca, vamos a lo que vamos.
El hecho es que Zerolo montó el pasado día 4 de junio, un circo a modo de bautismo civil, que él denominó, “Bienvenida democrática laica a la comunidad”. El “bautizado” fue un niño de cuatro años, hijo de Cayetana Guillén Cuervo. La que sustituyó al defenestrado José Luis Garci cuando el PSOE se hizo de nuevo con el poder, en un programa semanal de cine en TVE. El pobre infante tuvo que aguantar la lectura por el Concejal que disfruta con los orgasmos que le proporciona ZP, de la Carta Europea de los Derechos del Niño. Ignoro si el concejal socialista que luce esos adorables ricitos al estilo coliflor, del Ayuntamiento que preside Ruiz Gallardón, diría algo sobre el derecho a nacer.

No sé porqué extraños mecanismos de la mente, siempre que evoco la figura del Alcalde de Madrid, me vienen a la memoria las de Francisco Fernández Ordóñez, ministro que fue de Hacienda con la UCD y terminó siéndolo de Asuntos Exteriores por el PSOE y la de Santiago Carrillo, que —desde el exilio para no correr riesgos—fue Secretario General del Partido Comunista de España durante tantos años, y ha terminado como vocero defensor de las tesis del PSOE, un partido, que ni es socialista (con él en el poder, los ricos siempre han resultado más ricos), ni es obrero (con él los obreros han alcanzado siempre su más alto índice de desempleo y pobreza) ni es español (con él se están alcanzando los más altos grados de descomposición del Estado).

Pero volvamos al tema del que hoy nos ocupamos. Según manifestó el dirigente progre —ya saben ustedes, el de los orgasmos— al presidir la bufonada del “bautizo laico” del hijo de Cayetana Guillén Cuervo, éste tenía como fin "dar la bienvenida democrática" al pequeño, “siguiendo una tradición iniciada en la Revolución Francesa”. En justicia, creo que debemos agradecer a Zerolo que fuera tan sincero, ya que con sus manifestaciones, quedó evidentemente claro, que se refería al “Culto al Ser Supremo”, establecido por el tirano Robespierre en 1794 durante la dictadura jacobina, que se recuerda con el significativo nombre de “Reinado del Terror”.

A este respecto, no estaría demás traer a la memoria que en 1793, el jacobino Maximilien Robespierre, dio un golpe de Estado en la Francia revolucionaria; hizo arrestar a la oposición girondina y estableció una dictadura basada en el más claro antecedente histórico de los “soviets”: el llamado Comité de Salvación Pública que, con un iluminismo digno de los progres contemporáneos españoles, se marcó como misión defender el Estado y su virtud, misión que sus propios autores denominaron el “Terror”.
A pesar de que Robespierre, siempre se había pronunciado contrario a de la pena de muerte, pronto se desdijo de sus postulados —al igual que le ocurre al actual presidente del ejecutivo español, Sr., Rodríguez— hasta tal extremo de que durante la época siniestra de su mandato, fueron asesinadas más de 50.000 personas por medio de la guillotina, muchas de ellas católicos, presos políticos y personas críticas con su dictadura. Al final incluso ordenó la decapitación de los dirigentes de la rama más moderada de los jacobinos. El incorruptible defensor de las ideas liberales y democráticas Robespierre, suprimió las libertades de prensa, de expresión, de reunión y de religión; suspendió las garantías procesales y sometió la economía al poder del Estado, mediante un intervencionismo que aún hoy provoca los elogios de no pocos izquierdistas como Zerolo. Todo ello en nombre de la razón, de la libertad, la igualdad, la ilustración, y clamando contra la tiranía: un cinismo ideológico idéntico al del Sr. Rodríguez, presidente del ejecutivo español actual.

En su propósito de erradicar el Cristianismo de Francia —como ahora ocurre en España— y después de la prohibición del culto católico en el país, en mayo de 1794, Robespierre estableció una “religión laica” y obligatoria, llamada: “Culto al Ser Supremo”, inspirada en la Masonería —sociedad secreta a la que pertenecía el dictador— y en las tesis de Jean-Jacques Rousseau, cuyo relativismo moral inspira aún hoy las tesis contraculturales de la progresía.

Las quejas de ateos y católicos ante esa imposición estatal jacobina, fueron reprimidas por los “sans culottes”, auténticos descerebrados que actuaban a modo de escuadras de “camisas pardas” de los jacobinos contra los discrepantes.

Con ocasión de las ceremonias blasfemas de esa “religión laicista”, la Catedral de Notre Dame de París fue profanada, siendo destruidos o robados sus tesoros artísticos. La ignorancia llevó a los jacobinos a decapitar las estatuas de los reyes de Judá, pensando que representaban a los reyes de Francia —algo similar a lo que no pocos izquierdistas españoles, demostrando su desconocimiento de la historia, tantas veces han protagonizado, confundiendo el yugo y las flechas de la Falange, con el de los Reyes Católicos— y las imágenes de la Virgen, fueron sustituidas por las de la Dama de la Libertad. Tras estas salvajadas, el monumento religioso más famoso de Francia, quedó en un estado tan lamentable, que al cabo de unos años incluso se planteó la posibilidad de demolerlo.

¡Que similitud con los actos que se produjeron en España durante la república! Bien podría asemejarse el estado en que las turbas dejaron la Catedral de Notre Dame, con el que quedó el monumento con el que Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles.

¿Son estos los principios de libertad, igualdad y respeto que anidan bajo los ricitos coliflorescos del concejal representante de los socialistas en el Ayuntamiento de Madrid? No nos tomemos este episodio como una mera extravagancia más de un personaje pintoresco, porque, en lo que simplemente pudiera parecer una mera peripecia grotesca y esperpéntica, según las propias palabras del actuante, subyace la filosofía de una izquierda española que ha demostrado sobradamente, que en vez de fijar sus objetivos en un futuro en el que reine la armonía, la paz, la prosperidad y la colaboración entre todos los españoles, nostálgicamente sigue anclada en la noche oscura del pasado y sus prejuicios, haciendo suyas las prácticas antidemocráticas , sanguinarias y cristianofóbicas que se han tomado como principio para protagonizar la farsa de lo que tendenciosamente se ha dado en llamar “bautizo laico”, efectuado por un representante socialista y en las que abiertamente se ha hecho manifestación explícita de las tradiciones en las que el socialismo pretende basar su concepto de la laicidad.
César Valdeolmillos Alonso
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[1] Basta repasar las leyes y decretos que bordean o violan abiertamente la Constitución, actuaciones de políticos, politiquillos, representantes de la ¿Juticia? o altos cargos de diferentes organismos designados por instituciones oficiales.
[2] Cultura de la muerte: aborto y eutanasia.
[3] La relación de medidas anticristianas adoptadas por el PSOE, podría hacerse interminable,. Desde el aborto y la sedación no consentida, practicada por el doctor muerte y aplaudida y defendida por el PSOE, pasando por la eliminación de símbolos religiosos, la Ley de Educación para la ciudadanía (versión democrática de los Principios Fundamentales del Movimiento), todo el conjunto de medidas orientados a socavar los fundamentos de la familia o las constantes provocaciones a la Iglesia e intentos de amordazar a sus legítimos representantes, los obispos.

martes, 9 de junio de 2009

Europa no es laica


Es mejor herir con la verdad, para no destruirnos con la mentira
Anónimo
Hace pocos días escuché al jefe del ejecutivo acusar de rancio y reaccionario a Mayor Oreja, por defender unos valores humanistas con los que está de acuerdo la mayor parte de la sociedad, contraponiendo a esta posición una mentira, como que Europa es laica. La afirmación es tan falsa, burda, grosera y ofensiva para nuestra inteligencia y la propia historia del continente, que no merecería la pena abundar en ella, sino fuera porque muchos que se dejan guiar solo por las consignas difundidas por los estómagos agradecidos, se la creyeran de buena fe.


Recordé en ese momento aquella inolvidable frase de Rubalcaba en la jornada de reflexión de las elecciones de 2004: “España no se merece un gobierno que le mienta”,

Desde la restauración de la democracia con la aprobación de la Constitución Española de 1978, no ha habido gobierno en España que mienta más y con mayor descaro y desvergüenza que el que preside el Sr. Rodríguez.

No solamente en España, sino prácticamente en toda Europa, ha ganado esa derecha a la que el Sr. Rodríguez y su partido, califican de reaccionaria, trasnochada, rancia y anacrónica. Por el contrario, los valores “progresistas” de futuro que representa la izquierda actual, prácticamente se han hundido en casi todos los países miembros de la Unión, salvo en Grecia y Dinamarca.

Europa ha elegido a quienes representan aquellos valores que nos son propios y comunes, por historia, por tradición, por cultura y religión. Europa se ha pronunciado y ha dicho que no es laica, que sus valores encuentran sus orígenes en la antigua Grecia primero, en Roma después y en los humanistas que se enraízan en su tradición judeo-cristiana. Que sus valores no son la cultura de la muerte —aborto y eutanasia— que a golpe de decreto trata de imponer la izquierda. Que sus fundamentos son el amor y protección a la familia y no su destrucción; el respeto a la dignidad humana; el fomento de la cultura; la educación basada en el esfuerzo; el espíritu de superación de la persona y con ella, el de toda la sociedad; el enaltecimiento de la libertad, la honradez escrupulosa del erario público, el prestigio y verdadero acatamiento de una justicia independiente, el avance y mejoramiento de las prestaciones sociales.

Europa no quiere el progreso de las subvenciones; no quiere que nadie le de cada día la sardina que le obligue a ser fiel a ningún amo; quiere su caña para pescar aquello de lo que sea capaz cada uno en función de su capacidad de esfuerzo, superación e inteligencia. Europa no quiere ese progreso que solo produce millones y millones de parados y el hundimiento económico que históricamente ha representado la política de las izquierdas. Europa no quiere el enchufismo familiar y político de quienes la gobiernen. Europa ha dicho no a la corrupción y con su voto ha rechazado ser el capricho y cortijo de sus dirigentes. Europa ha dicho sí a los estadistas honrados que no intentan darle gato por liebre; que son honestos y le dicen la verdad, en vez de venderle fantasías de humo y castillos de arena. Europa ha dicho sí a los líderes que representan la unión, la lucha por un prometedor futuro en base a unos ideales que se asienten en el esfuerzo conjunto y solidario, en vez de aquellos que solo por la ambición de poder, siembran con su política la desunión, el enfrentamiento y rivalidad entre territorios hermanos a que da lugar la desigualdad producida por una política que solo responde a intereses electorales de partido.

En España ha ganado las elecciones, la honestidad y coherencia representada por su cabeza de lista Jaime Mayor Oreja, Alejo Vidal Cuadras y en última instancia, el ejemplar gesto de esa mujer incorruptible que es María Sangil, que son miembros del PP y que con su actuación han demostrado representar todos aquellos valores a los que antes me he referido. Moralmente, las elecciones no las ha ganado el partido cuyo presidente, Mariano Rajoy, ha desilusionado con su tibia trayectoria, a tantos y tantos que rechazan la política que desde hace cinco años viene practicando el actual ejecutivo.

La Biblia, en el Apocalipsis 3:15-22, nos sorprende con una afirmación tan dura como esta: "pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".

La tibieza equivale a la indiferencia, el miedo o la cobardía a enfrentarse con la realidad palpable y manifiesta y lo que moralmente produce, es un efecto de alejamiento. No porque origine animadversión, sino porque causa decepción y descrédito.

En este aspecto, puede ser de plena aplicación al tema que nos ocupa, la afirmación de la escritora Mercedes Salisachs en uno de sus trabajos: “Es indudable que la tibieza, venga de donde venga, aunque nos parezca suficiente para considerarnos cristianos, aburre, fatiga y, sobre todo, anula la posibilidad de ser ecuánime y de alcanzar esa alegría que nos proporciona el hecho de sentirnos amparados por la misericordia de Dios”.

El ser humano rechaza de plano las situaciones ambiguas y de indefinición. No debe equivocarse el PP por haber ganado este round a los puntos, cuando con lo que está cayendo, políticamente, debería haber debería haber dejado fuera de combate a su rival de tal forma, que este se hubiese visto obligado a plantear al parlamento la “cuestión de confianza”.

Esta victoria a los puntos, no debería llevar al PP a subirse al carro del triunfalismo, porque en tres años que quedan de legislatura, aun quedan muchos rounds por librar y en este tiempo —que en política es muy largo— al adversario aún le queda mucho margen de maniobra.

El PP debería reflexionar muy seriamente y enarbolar valientemente la bandera de los valores que se supone que representa y que sus votantes están ansiosamente esperando. El mejor camino no es el ponerse de perfil, porque la tibieza, en la mayor parte de las ocasiones, es el sinónimo más terrible de la incoherencia.

Cuando la sociedad, como dice la cita de la Biblia, nos ve tibios, ni fríos ni calientes, no soporta saber que estamos en el punto mas peligroso posible; en el punto en que nos creemos algo sin ser nada; en el punto de creernos cerca de algo o de alguien, cuando ese algo o ese alguien, preferiría que estuviésemos lejos. En estas situaciones, lo menos que se puede esperar, es ser conscientes de la situación.

La tibieza no tiene nada que ver con la incredulidad; una persona atea, que no cree en Dios, jamás será tibia espiritualmente. Simplemente es una persona fría. El tibio, según nos dice la Biblia, está en una posición mucho más desfavorable que el incrédulo.

El Tibio es una persona que se mueve entre dos aguas; no es una ser ardiente en el espíritu, pero tampoco es un incrédulo. El Tibio es un creyente conformado y satisfecho, pero que no crece en su vida espiritual.

Muchos pensarán: “mejor eso que frío” ¿no?. Mejor ser creyente, asistir a una iglesia, escuchar la palabra de Dios, que ser frío. PUES NO. La tibieza es la peor de las posturas espirituales, ya que es inherente a una persona que cree estar vivo; estima estar seguro; imagina discurrir por el sendero de la verdad, sin darse cuenta que está lejos de todo eso. El tibio, es el adepto a unos principios de los que un día hizo profesión de fe; que dijo aceptarlos como objetivo de su existencia, pero que se ha acomodado a las circunstancias imperantes. El tibio es un muerto viviente; un zombi; un cadáver espiritual que camina entre los vivos, pero que está exánime.

De ellos dice Dios: “Te vomitaré de mi boca”.

La posición del tibio es la más digna de conmiseración, y a la vez de miedo. Los tibios piensan que de ninguna cosa tienen necesidad, y sin embargo, sus semejantes los ven desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. El tibio vive conforme y a gusto con su actitud interior y esa conformidad, le impide percatarse de su verdadera situación.

En un momento dado, el incrédulo pude encontrarse con la realidad y percatarse de su situación de perdido; el tibio tendrá mas dificultades, pues se considera justo y salvo, aun cuando este tan perdido como el incrédulo.

Es fácil, muy fácil, entibiarse y peder el ardor de un primer amor; casi diríamos que es lo normal. Lo habitual es que el agua se entibie sola, no que se caliente. En la edad media, cuando dos ejércitos se enfrentaban, las ciudades asediadas solían reclutar a los más jóvenes para encargarles una misión de suma importancia. Uno de los métodos de defensa, era escaldar a los asaltantes. Para ello debían mantener hirviendo unas grandes cubas con agua, aceite o brea; pero la temperatura no debía bajar; debía estar hirviendo. Si estaba tibia, no servia de nada.

Creo que muchos hemos pasado por períodos de templanza, y es fácil acomodarse a la vida del tibio. A fin de cuentas no hay que hacer ningún esfuerzo, solo dejar correr el tiempo y esperar a que la fruta madure y caiga ella sola del árbol.

Pero la realidad es que si algo debe temer quien cree en unos principios, es precisamente ese entibiamiento, pues puede suponer el primer paso hacia la perdida del apoyo de quien un día confió en él. Por duro que suene, puede ser el primer paso hacia producir el vómito de Dios.

Con todo lo expuesto, lo más grave no es que unos u otros hayan ganado o perdido por el estrecho margen que han dictaminado las urnas. Lo que debe hacernos reflexionar a todos, porque llama muy poderosamente la atención de las personas sensibles, es que estos comicios, debiendo constituir una valoración por parte de la sociedad española de lo que viene ocurriendo últimamente, resulta verdaderamente sorprendente, el enorme desfase existente entre la dimensión de la crisis que estamos sufriendo y la tibieza de la respuesta de los sectores sociales, que particularmente están siendo más golpeados por la misma.

César Valdeolmillos Alonso.