Yo no quito el crucifijo

viernes, 19 de noviembre de 2010

El apogeo de la desvergüenza



He conocido tantas versiones de la verdad, que ya no se que mentira creerme
Anónimo

Pues eso mismo es lo que podría decir usted amigo lector, después de conocer las diferentes versiones que sobre los resultados de la huelga, hemos sufrido los 40 millones de súbditos del Gobierno y Sindicatos afines, es decir: los españolitos de a pié.

Lo curioso del caso, es que aquellos que nos han expresado valoraciones diametralmente opuestas, tratan de convencernos ardientemente, de que sus palabras no son mas que el reflejo de la pura verdad, por lo cual uno termina por quedar más atragantado que un pato en una clase de física cuántica.

Y no es que haya que esperar a estas alturas, que ningún cargo público nos diga, no ya la verdad. ¡Vamos! Hasta ahí podíamos llegar. Es que ni siquiera cabe esperar que diga, SU VERDAD.

En España, en los tiempos que corren, lo políticamente correcto, es mentir con el mayor descaro y desvergüenza, sin siquiera parpadear. Acción que en cualquier país verdaderamente democrático, al que se le pilla con el carrito del helado faltando a la verdad, tarda 24 horas en dar por terminada su carrera pública y marcharse a su casa.

Pero España es diferente y la perversión del lenguaje que desde hace años se viene promoviendo por parte de la clase política española, ha hecho que lo políticamente correcto convierta la mentira repetida hasta la saciedad, en verdad absoluta; lo blanco en negro y lo impúdico y deshonesto, en lícito, íntegro y honrado.

A estas alturas de la película, que mientan, ya no solo no debe sorprendernos, sino que es lo que cabe esperar de esta casta social ignorante que no ha dado un palo al agua en su vida; que para lo único que sirven es para crearnos problemas y a los que encima nos vemos obligados a mantener de por vida. Lo que debería dejarnos pasmados es que alguna vez, aunque fuese a causa de un arrebato irrefrenable de sentido de la realidad, dijesen algo razonable.

Visto lo visto y escuchado lo escuchado, que falten a la verdad barriendo para casa, lo asumimos ya como un mal irremediable. Irremediable porque nadie le quiere poner el cascabel al gato. Pero eso es una cosa, y otra muy diferente es que a las doce de la mañana, traten de convencerle a uno de que es noche cerrada. Hasta ahí ya no, porque es menospreciar nuestra inteligencia.

El hecho es que, la huelga de ayer es lo último que nos hacia falta en España, país que tiene el dudoso honor de encontrarse a la cabeza del índice de desempleo, a la cabeza del fracaso escolar, en el furgón de cola de la productividad, la competitividad y las prestaciones sociales. País endeudado hasta las cejas por generaciones, lo que significa empobrecimiento y atraso de cara a un futuro bastante más que dudoso y problemático.

Con esta huelga, hemos perdido todos y lo más absurdo, es que no sabemos quien ha salido beneficiado con ella.

Ha perdido el gobierno que ha visto su imagen aún más deteriorada de lo que ya está, por mucho que intente presentarse como víctima de unas medidas que no convencen a nadie, ni sirven más que para crear un estado de confusión e inseguridad jurídica que perjudican a trabajadores, pensionistas, parados y que alejarán la inversión nacional y extranjera por muchos años.

Si alguna imagen podían tener, la perdieron unos sindicatos ideológicos, correas de transmisión de la izquierda, a los que mantenemos todos con nuestros impuestos. Unos sindicatos anclados en los más rancios postulados del siglo pasado, aferrados a unas leyes emanadas de la más dura época del franquismo, en la que la falange tenía un gran poder dentro del régimen y que aún hoy, constituyen un pesado lastre en el despegue de la actividad económica de España y por consiguiente del bienestar y progreso de los trabajadores a los que dicen defender. Y si no, que se lo pregunten a los cuatro millones y medio de parados sin expectativas de recuperar su empleo. Que se lo pregunten al millón y medio de esos parados que ya no cobran ninguna subvención y que muchos de ellos están subsistiendo a la escasa ayuda que les pueden prestar sus familiares y a los comedores de Cáritas y otras instituciones sociales de la Iglesia. Que se lo pregunten a esa masa de nuestra juventud que ve como se les pasan los mejores años de su vida sin poder independizarse ni construir su futuro.

Ayer perdió también una patronal que no representa a nadie, con un presidente que no es precisamente el mejor exponente del empresariado que necesita España en estos momentos, pero a la que también mantenemos todos.

Pero quien más perdió con la demagógica huelga de ayer, fue el pueblo español, que a pesar de todos los cuentos de la lechera que nos pintan desde el poder ejecutivo, cada día que pasa, ve más oscuro e incierto su futuro, incluidos los pobres pensionistas que es en su edad más avanzada cuando, después de haber entregado toda una vida de trabajo a la sociedad, más ayuda necesitan.

Pero las previsiones del Jefe del Gobierno y del partido que le apoya, el PSOE, ante el estupor de propios y extraños, desdicen todo esto y no pueden ser más optimistas, tanto dentro, como fuera de España. Y el Jefe del Gobierno, tiene que saber mucho más que yo de estas cosas. Así que no me hagan ustedes mucho caso, porque esto solo son íntimas reflexiones de alguien que prefiere ser un aprendiz del saber, en lugar de maestro de la mentira y la ignorancia.
César Valdeolmillos Alonso

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